Antisemitas en España
Díaz y Santiago pringan con su abyección al gobierno español, mientras el gobierno español no rompa toda relación con ellos
En Francia, la «France Insoumise» (LFI) de Jean-Luc Mélenchon ha blindado su negativa a condenar como terrorista la masacre de Hamás en el sur de Israel. Para Mélenchon, ni decapitar recién nacidos, ni violar mujeres israelíes antes de rematarlas, ni fusilar en masa a los habitantes de las aldeas agrarias, ni secuestrar a ciento treinta de sus habitantes es terrorismo. En Francia, el Partido Socialista francés, que mantenía una alianza política estable con LFI, bajo la denominación de NUPES, ha roto sus relaciones con el partido de ese Mélenchon que hoy se exhibe como paradigma de barbarie. Es de lógica elemental. Y, aún más, de decencia.
En España, la dirigente de Sumar, Yolanda Díaz, ha acusado con firmeza. No a los asesinos de Hamás. A los asesinados israelíes. Que, para ella, ejercían un inhumano apartheid sobre los heroicos patriotas palestinos. Y ha exigido que los grupos terroristas puedan seguir siendo financiados a través de las «ayudas humanitarias» europeas y, por supuesto, españolas. Porque, por supuesto, la Europa con la que la tal señora sueña «debe liderar una acción internacional por la paz y no para castigar a un pueblo». Donde la angelical caudilla de Sumar dice «pueblo», tradúzcase Hamás, que es lo que, sin ambigüedad alguna, Israel ha anunciado que va a aniquilar hasta el último combatiente. Nada muy distinto, lo de Díaz, de lo que Mélenchon proclama en Francia. La única diferencia es que la tan humanitaria Yolanda Díaz sigue siendo vicepresidente de un gobierno que preside el secretario general del Partido Socialista Obrero Español, Pedro Sánchez.
En España, hay un tal Enrique Santiago, secretario general, me dicen, de lo que en IU queda del PCE, que ha ido un poquito más lejos que la aprendiz de Eva Perón: el tal Santiago no sabe «qué es un grupo terrorista», porque, aclara sesudo, «cada quien lo define como quiere»; y, para él, tildar de terroristas a los patriotas de Hamás es sólo una imposición imperialista a la que no piensa ceder. Idéntico, en lo fundamental, a la infamia del desquiciado Mélenchon. Sólo que nadie, en el PSOE de Sánchez, ha exigido la ruptura con tal pasarela de antisemitismo guay. Díaz y Santiago pringan con su abyección al gobierno español, mientras el gobierno español no rompa toda relación con ellos.
Alemania, Francia y el Reino Unido han prohibido cualquier manifestación contra Israel o en apoyo de los asesinos de Hamás. Apenas veinticuatro horas después de la matanza, cualquier paseante por la Puerta del Sol madrileña podía contemplar los festejos que, banderas palestinas en ristre, celebraban el degollamiento de niños, la violación de mujeres, el asesinato en masa y los secuestros del día siete de octubre. Ninguna intervención policial trató de impedirlo.
España es, ciertamente, diferente. Algunos nos avergonzamos. Puede que no los suficientes.