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Perro come perroAntonio R. Naranjo

O les expulsas o te expulsan

Nada daña más a los inmigrantes que tolerar que uno de ellos se aproveche de todos para destrozar la democracia y la convivencia

Actualizada 01:30

No parece que Marlaska sea el más indicado para coordinar la lucha antiterrorista en Europa, atemorizada por la amenaza fundamentalista, que no es nueva ni menor: los datos oficiales indican que, desde 2010, las autoridades han detenido a 1.700 yihadistas en suelo europeo, responsables de decenas de atentados con cientos de muertos acumulados y la imagen de Las Ramblas, Londres, Bataclán, Marsella y antes Madrid fijada en la retina de todos.

Nada de eso cambió la política europea, sustentada en un buenismo negligente que no ha servido ni para integrar mejor a los inmigrantes decentes, que son sin duda la mayoría, ni para poner en su sitio a los peligrosos, que son una minoría no tan pequeña: la prensa publicó, allá por 2017, que entre nosotros, del norte al sur de Europa, podía haber hasta 50.000 individuos dispuestos a librar la «guerra santa», el eufemismo que utilizan para justificar la violencia más cruel que jamás hayamos visto.

Ahora Marlaska se enfrenta a la paradoja de pertenecer a un Gobierno que trata a los terroristas locales como si fueran voluntarios de una ONG, para que no les falte de nada y Bildu preste su apoyo; y a la vez sentar unas bases generales en Europa para contener la amenaza.

La responsabilidad es felizmente rotatoria y, como en el caso de Pedro Sánchez, terminará en tres meses que sin embargo se nos van a hacer muy largos en estas circunstancias.

De la confianza que despierta el exjuez, cuya participación en el traslado de cárcel de etarras ha sido decisiva y previa a su liberación al llegar al País Vasco, da cuenta un dato elocuente: diez de los 27 socios de la Unión no han esperado a sus propuestas y, desde hace días, controlan sus fronteras al margen de las indicaciones del Tratado de Schengen.

Alemania e Italia, entre otras, deciden ya quién y cómo entra, en un anticipo de lo que el propio Marlaska va a tener que afrontar: la expulsión de todo inmigrante que no consiga el asilo formal en Europa. De eso ha tratado la reunión de ministros del Interior europeos y a eso tienden todos los Estados.

Pero tal vez lleguemos tarde ya. Porque desde 2019, al menos, Europol y el propio Consejo Europeo son conscientes de una circunstancia simplemente estremecedora: el 60 por ciento de los responsables de actos terroristas son nacidos o nacionalizados europeos.

No vienen de ningún lugar remoto ni quieren escapar a ningún destino ignoto: son ingleses, franceses, alemanes, belgas o españoles en sus documentos legales de identificación, aunque su única nación sea la islámica y su único fin sea imponerla allá donde nacieron.

No ha habido, pues, multiculturalidad ni simbiosis alguna en esos grupos fácilmente identificables, como saben tantos y tantos inmigrantes estigmatizados injustamente por la estúpida tolerancia hacia aquellos que también les horrorizan a ellos: se han servido de los valores europeos, de sus normas y leyes, de su tolerancia y mestizaje, de sus libertades y derechos para extender un virus ya difícil de contener.

Y que Marlaska esté al frente de las operaciones, desde un Gobierno que legitima a Hamás por permitir la permanencia en su seno de ministros insultantemente agresivos contra Israel, no permite tener demasiadas esperanzas: no es que sea poner al zorro a cuidar a las gallinas, es más poner a una de ellas a protegernos de los lobos.

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