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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Tonta del Junkers

No tiene sentido –incluido el sentido cósmico– lo que pretende la tonta del bote de Sumar. Para mí, que el granuja de Sánchez le ha firmado el documento de acuerdo como quien firma un cromo de fútbol a un niño coleccionista

Actualizada 01:30

Resulta tan ambigua y confusa la medida contra los vuelos cortos ideada por nuestra insuperable Yolanda, que ni pasajeros ni las aerolíneas han entendido el fondo de la cuestión. Lo que está claro, al contar con un AVE que funciona bastante bien, es que los vuelos desde Madrid a Barcelona, Sevilla, Valencia, Alicante o Málaga van a sufrir serios recortes. Es decir, casi todos, menos los programados a las Islas Canarias de ida y vuelta. Decía, un marqués con parecido contenido intelectual que el de la tonta del bote, que de Madrid a Las Palmas o Tenerife se tardaba menos que de Las Palmas o Tenerife a Madrid, por pura lógica. Desde la Capital de España hacia las islas, de acuerdo con el mapa, el vuelo se hace cuesta abajo, y el de retorno, cuesta arriba.

La tonta del bote ha decidido arruinar el turismo interior de España, sus comunicaciones, sus líneas aéreas, su comercio, y a todo lo que signifique progreso. Se trata de permitir tan sólo los vuelos del Falcon a Benicassim y los suyos a Galicia para llevarles chuches a sus sobrinos. Y claro, las compañías aéreas han desplegado por todo el mundo a sus ingenieros con el fin de adquirir en los museos aviones Junkers Ju 52, que son los más conseguidos de la prestigiosa fábrica. El Junkers Ju 52 tiene una autonomía de vuelo de 1.000 kilómetros y su velocidad frisa los 265 kilómetros a la hora. La medida fastidia especialmente a los madrileños. Por poner un ejemplo. Si el Jaime Assens, el separatista que mece su cuna, se propone viajar de Barcelona a Sevilla en un Junkers Ju 52, podrá hacerlo sin inconveniente alguno. Pero desde el «Adolfo Suárez-Barajas» a cualquier aeropuerto peninsular, no hay tutía.

De todos los modelos que fabricó Junkers, el Ju 52, fue el más conseguido. Los alemanes lo usaban más para el transporte de tropas y material que para las acciones de guerra. Y los primeros paracaidistas españoles al mando del heroico comandante Pallás se lanzaron desde los Junkers Ju 2 en pos de las hostiles tierras de Sidi-Ifni. De un salto del Junquers falleció –creo no equivocarme– el primer paracaidista español, el teniente Ortiz de Zárate, que para más casualidad, era de Comillas.

El problema no está en los Junkers. Está en los trenes. Es muy probable que a los usuarios extremeños no les compense hacer gestiones ni viajar a Madrid. Sus trenes se detienen y algunos descarrilan, porque la red viaria data de los tiempos del Transiberiano y el Orient-Express. De Madrid a Palencia el Alvia cubre la distancia en poco más de una hora y cuarenta minutos. Ahí cambia de vía y prosigue el viaje sobre los raíles que guiaban al tren de Alfonso XII a los Baños de Ola del Sardinero. Todas las semanas los trenes se detienen o descarrilan «un poquito» como dijo un empleado de Adif hace pocas semanas. Descarrilar «un poquito» es descarrilar, y en situación tan frecuente, Adif envía unos autobuses hasta Torrelavega. «A estos los tengo en el bolsillo», me dijo Miguel Ángel Revilla más de veinte años atrás. «En menos de dos años, Madrid-Santander en AVE». Parece que le han engañado.

No tiene sentido –incluido el sentido cósmico– lo que pretende la tonta del bote de Sumar. Para mí, que el granuja de Sánchez le ha firmado el documento de acuerdo como quien firma un cromo de fútbol a un niño coleccionista. Figúrense lo que será España exclusivamente unida por carreteras y vías ferroviarias. Acabaríamos como el doctor Yuri Zhivago y su familia en el agradable vagón que les acogió para hacer el viaje de Moscú a Baríkino. Si se suspendieran los vuelos, ¿cuántos trenes habría que comprar? ¿Quién se llevaría el «convoluto»? ¿Se puede ser más tonta que esta cursi y analfabeta chabacana?

A comprar Junkers, mamarrachos míos.

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