Qué desgracia haber dado con un tipo así
El modo en que ha anunciado la ley de amnistía evidencia lo ya sabido: no tiene coherencia ni principios y España le da igual
Aun tratándose del inefable personaje, pensé que no reconocería tan abiertamente que todo le da igual con tal de seguir flotando. Pensé que se lo curraría más, que no resultaría todo tan cutre, que elaboraría un argumento más sofisticado, que intentaría disimular para que doliese un poco menos.
Pero no. Sánchez se plantó ante el Comité Federal del PSOE, modelado a su medida, y les vino a decir a sus corderos asentidores lo siguiente: estábamos en contra de la amnistía, ya lo sé, pero las cosas cambian; tras palmar las elecciones no me queda otra que concederla para seguir en el poder, así que a mierda con los principios que teníamos y os anuncio una ley de amnistía.
De propina, como choteo final a la inteligencia de los españoles, añadió que impulsará la amnistía «en el nombre de España y en defensa del interés de España». Sin complejos.
Esto no es ya Maquiavelo. Esto es directamente la pesadilla del «1984» de Orwell, donde un autócrata llamado Gran Hermano va creando una nueva realidad a su antojo mediante el Ministerio de la Verdad, el uso de la «neolengua» y una atosigante propaganda. Algunos pasajes de la pesadilla orwelliana parecen escritos viendo lo que ha ocurrido este sábado en Ferraz: «Los miembros del Partido mostrarán la voluntad leal de decir que el negro es blanco si así lo exige la disciplina del Partido. Pero además tendrán que creer que el negro es blanco y olvidar que alguna vez han creído lo contrario», escribía Orwell.
Asombroso que hace 74 años anticipase con semejante precisión lo que hoy estamos sufriendo en España. Añadía en su distopía que los militantes del partido habrán de aceptar el «doble pensamiento», es decir, «la capacidad de sostener dos creencias contrarias simultáneamente y aceptando ambas». Y ahí está también el sanchismo, que impulsa una amnistía abiertamente anticonstitucional diciendo al tiempo que todo se hará dentro de la Constitución.
Este martes, la princesa Leonor jurará la Carta Magna en un acto de gran boato institucional, que reflejará una monarquía parlamentaria de abolengo en un país de los más avanzados del mundo. España es, en efecto, una nación con un óptimo nivel de vida, importantes compañías multinacionales, una historia única, un idioma entre los tres más poderosos del mundo, una potencia turística que atrae a personas de todo el orbe, que quieren disfrutar de nuestro modo de vida y del encanto de España... Pero ese país próspero y lleno de posibilidades está hoy amenazado porque no hemos tenido suerte en la política. El país ha caído en manos de un aventurero, que no tiene coherencia ni principios. Un perfecto amoral sin más brújula que conservar el poder a cualquier precio y que hace gala para ello de crecientes rasgos autoritarios, como liquidar la igualdad ante la ley de los españoles.
Denunciar que Sánchez está fuera de control y que comienza a suponer una amenaza para nuestros derechos y libertades no supone hipérbole alguna. Es un hecho, y celebramos que la marcha de Colón haya desbordado la plaza, con miles de personas que no están dispuestas a que les roben su país para regalárselo a los separatistas vascos y catalanes. O la gran respuesta en Málaga al acto del PP a favor de la igualdad de los españoles (aunque los dos partidos de la derecha deberían dejar de pisarse la manguera, pues el PP pudo buscar otro día para no coincidir con la de Denaes en Madrid).
No hay que desdeñar el peso del factor humano en la política. ¿Habría experimentado Venezuela la misma espiral hacia la pobreza de no haber aparecido Chávez? ¿Habría logrado el Reino Unido idéntico éxito en la II Guerra Mundial sin el coraje y determinación de Churchill? El líder del PSOE podría haber sido una persona como Page, o como la floja Susana Díaz. Con sus luces y sombras, no habrían entregado a España en el mostrador de los separatistas como ha hecho Sánchez. Pero no hemos tenido suerte. Nos ha tocado un oportunista con piel de acero inoxidable, que tiene ya hecho su acuerdo con el fugitivo de Waterloo para mandar en España tras perder las elecciones. «Es la única vía para que haya Gobierno», explica Mi Persona a los suyos. Así de sencillo. Ya vale todo.
Es tiempo de plantarle cara por todos los medios civilizados a nuestro alcance, porque no tiene límites. Lo ha mostrado este sábado sin disimulo alguno, en medio del triste silencio de los corderos de un partido que en flagrante sarcasmo todavía se apellida «Español».