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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

La Princesa, España y la anti-España

En víspera de la solemne jura de la Constitución, el presidente del Gobierno envía a un jefe del PSOE a adular al prófugo Puigdemont en Bruselas. Ay, España

Actualizada 10:03

Por desgracia, han vuelto las dos Españas. O peor. En la nueva formulación de esa dicotomía tenemos en un lado del cuadrilátero ideológico a los que creen en España, en su democracia y en su monarquía parlamentaria. Y en el otro, a los que han renunciado a esas ideas, se han echado en brazos de los separatistas por puro oportunismo y preparan una Segunda Transición, que derogará la primera para arribar en la «nación de naciones» y el fin de la igualdad entre españoles (y a medio-largo plazo, en una República).

Si contemplamos la imagen de la jornada de hoy desde lejos todo parece estar bien. El ritual de un gran país que funciona. Una Princesa grata a la inmensa mayoría de los españoles, siempre en su sitio hasta ahora y que está empezando a recibir una formidable preparación (la BBC explicaba ayer a los ingleses que en España se vive hoy una «leonormanía»).

La Princesa de Asturias jura la Constitución, a cuyo servicio se habrá de consagrar algún día como Reina de España. Boato institucional en una ceremonia muy solemne, como corresponde a un país de ilustre historia. Una monarquía de abolengo, que fue cabeza de un enorme imperio, que además hizo universales la religión católica y el idioma español y que incluso estableció unos pioneros protoderechos humanos. Una Corona que hoy goza de la aprobación mayoritaria de los españoles, con un aprecio demoscópico que arrasa en comparación al que reciben los políticos. Como telón de fondo, un sistema político, que aprobamos en la Constitución del 78, que con sus humanos defectos ha venido funcionando y ha consagrado un aceptable modelo de derechos y libertades.

Ay, pero si vamos acercando la mirada las cosas cambian. Los presidentes de dos regiones, Cataluña y el País Vasco, se creen superiores y diferentes al resto de los españoles y tienen como anhelo declarado romper España, así que plantarán el acto de la jura con su chulería habitual (a ellos se une la torpeza de la presidenta de Cantabria, que tampoco estará pretextando obligaciones de agenda). Tres ministros del Gobierno de España, de extrema izquierda populista, tampoco acudirán. No tienen reparos en proclamar que están contra la monarquía parlamentaria, que es el sistema que prometieron defender cuando recibieron sus carteras ministeriales. Un fenómeno único en las democracias occidentales: ¡ministros que rechazan frontalmente el sistema político al que sirven!

Pero falta todavía lo más grave, por ser la afrenta de mayor calado y trascendencia. El protagonista, por supuesto, el PSOE. En víspera del solemne acto de la jura de la Constitución por parte de la Princesa, a Sánchez no se le ocurre otra provocación que enviar al secretario de organización de su partido a Bruselas para que se haga una foto con el prófugo golpista Puigdemont y lo adule. Para más escarnio, con la foto de una urna como decorado de fondo. En víspera de un acto capital para la Corona, el presidente del Gobierno decide agasajar al político fugitivo que el Rey contribuyó a frenar con su histórico discurso de 2017, el más importante hasta ahora de su reinado.

España alberga en su seno un gravísimo problema. Para pagar sus debilidades electorales, el presidente en funciones va a remozar la Constitución y erosionar nuestra democracia. Resultará además dificilísimo frenarlo, porque todo lo hará con apariencia de legalidad, mediante el subterfugio de controlar al Tribunal Constitucional con magistrados que en realidad son extensiones del PSOE. La preocupación es enorme, imaginamos que también en la Casa Real, que está maniatada, pues Sánchez se ha cuidado de que todo parezca constitucional.

¿Qué hacer? PP, Vox y las plataformas que defienden la unidad de España y su democracia constitucional deben aparcar toda diferencia y prejuicio partidista y crear de inmediato, hoy mismo, un gran frente común para llenar calles y plazas en defensa de nuestras libertades y de la igualdad entre españoles. Es la única manera de que en Bruselas y Washington se visualice que tras la foto impecable de la heredera del trono jurando la Constitución se embosca la maniobra de un aprendiz de autócrata que va a dejarla tiritando.

No nos rindamos. Llenemos las plazas y las avenidas en defensa de la democracia, la libertad y la igualdad entre españoles, porque cuanto más tardemos en frenar a Sánchez más ardua será la vuelta atrás. Si no salvamos el orden constitucional, la ceremonia de hoy en el Congreso no tendría sentido alguno.

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