Periodistas del régimen
Si eres capaz de dejar de ser periodista para formar parte del equipo de trompeteros oficiales del poder, si consideras, como Goethe, que la ley es poderosa, pero más poderosa es la necesidad, serás premiado con tu consagración como periodista del régimen
Ayer, a Pedro Sánchez le hubiera gustado ser Leonor. Y haber recibido una ovación muy larga, tan larga como sus ganas de permanecer en el poder. Tan larga como la dilación que le ha permitido a la presidenta del Congreso demorar la sesión de investidura. Eso sí, cada vez más próxima tras haberle dado la foto de la infamia al prófugo, y ahora que se va a registrar el engendro de la nueva ley de amnistía. A Sánchez le gustaría que los españoles le aplaudieran tanto como lo hacen en su lanar comité federal y sus periodistas de cámara. Aquí están las tablas de la ley de ese periodismo del régimen (sanchista), que tantas réditos impunes le da.
Si no traduces las mentiras de Pedro Sánchez como «cambios de opinión» fruto de su responsabilidad histórica, eres un periodista fascista, vendido a Ayuso o a Abascal.
Si no callas mientras Cerdán y Bolaños pactan clandestinamente con Puchi la rendición del Estado y la petición de disculpas a los delincuentes del procés, estás en el lado oscuro de la historia.
Si no tragas cuando en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros la portavoz Isabel Rodríguez restringe las preguntas porque tiene que ir a rendir pleitesía a Pedro Sánchez, o mientras hace apología electoral de su partido, no tienes visión de Estado.
Si te revuelves en el Museo Reina Sofía cuando Pedro y Yolanda dan su mitin sin admitir preguntas, no comprendes la labor histórica del Gobierno progresista.
Si denuncias que el pasado agosto en el Comité Federal, Ferraz prohibió la entrada de los periodistas para que no contaran los detalles del culto al líder, no te haces cargo de la necesaria discreción del poder.
Si cuestionas el cambio de la posición estratégica de España respecto al Sahara, sin que haya mediado ni media explicación por parte del presidente, entorpeces el reto estratégico que tiene el mundo occidental respecto al Magreb.
Si preguntas a Patxi López por los diputados del PSOE que podrían haber participado en las bacanales de Tito Berni, eres recriminado con un sonoro «¿y a ti qué más te da?»
Si preguntas, como cualquier ciudadano, a través del Portal de Transparencia en 1.200 ocasiones sobre información que debería ser pública de las actividades del Gobierno, te dan con la puerta en las narices.
Si solicitas datos sobre los compañeros de Pedro Sánchez en sus múltiples y enigmáticos viajes en Falcon o quién acompañó a Yolanda Díaz en navidades a Brasil, pues la contestación es silencio administrativo, hasta que la justicia exige la rendición de cuentas.
Si durante la pandemia, querías hacer una pregunta a los inefables Illa y Simón, el secretario de Estado de Comunicación filtraba lo que querías preguntar y quién planteaba la consulta.
Si en 2020 afeabas a Tezanos que incluyera en su encuesta sincronizada con el Gobierno una pregunta sobre lo pernicioso que podía ser que los medios informaran por su cuenta sobre la pésima gestión de la covid en lugar de remitirse a fuentes oficiales, estabas demostrando insensibilidad ciudadana en medio de la devastación.
Si preguntabas durante el estado de alarma por la ausencia de una política sanitaria coordinada con las comunidades autónomas, un miembro uniformado del comité de gestión técnica, atendiendo órdenes de Marlaska, te contestaba que se está trabajando «para minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno».
Solo si nada de esto has hecho, aplaudes con convicción lo que antes criticabas, recitas como un papagayo el argumentario que te facilita la Moncloa, si callas mientras se sustituyen las ruedas de prensa por comparecencias sin preguntas –qué nostalgia del plasma de Rajoy–, si no dudas de las razones históricas que asisten al presidente en funciones para hacer de la necesidad virtud, si llamas fascista a Vox o incapacitado para la política nacional a Feijóo, si olvidas la inflación, el desempleo juvenil del que somos campeones de Europa, la deuda y el déficit insostenible, si echas la culpa al PP de incumplir la Constitución por la renovación del CGPJ… Si eres capaz de dejar de ser periodista para formar parte del equipo de trompeteros oficiales del poder, si consideras, como Goethe, que la ley es poderosa, pero más poderosa es la necesidad, serás premiado con tu consagración como periodista del régimen, condición que te da derecho a que el presidente te llame por tu nombre, Santos Cerdán te filtre sus peregrinaciones a Waterloo, puedas acudir en el avión del presidente durante sus viajes oficiales, preguntes siempre en sus escasas ruedas de prensa y a que seas condecorado, al fin, como el más eficaz intérprete del refrán hecho ley por el sanchismo: hacer de la necesidad de seguir comiendo, virtud de buen periodista (del régimen progresista que está a punto de perpetuarse en el poder).