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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Sánchez arremangado

Arremangado nos lleva al peor peronismo y quiebra los principios de igualdad, seguridad jurídica y separación de poderes

Actualizada 01:30

Acaba de decir Pedro Sánchez en Bruselas que «doy la cara, no me escondo, y me arremango». En la jerga sanchista eso solo puede significar dos cosas: o que copia lo que otros han hecho mejor o que está dispuesto a desnudar la dignidad de presidente del Gobierno del Reino de España que le corresponde para conseguir mantenerse uno, dos, tres o cuatro años en el poder. Arremangarse (también puede decirse remangarse) es, según la RAE, «levantar, recoger hacia arriba las mangas o la ropa». La última vez que le vimos arremangado fue para malbaratar nuestro Código Penal e indultar a sus socios parlamentarios. En adelante les concederá, arremangado, claro, la amnistía. Arremangado de sentido de Estado se reunió con Mertxe Aizpurua, arremangado de dignidad dio el pésame a Otegi por la muerte en prisión de un etarra y arremangado de pundonor mandó a Yoli Díaz a Bruselas a reunirse con un prófugo de la justicia española.

Sánchez sabe arremangarse como nadie en Europa, es un maestro en hacerlo para vender a Ursula von der Leyen que la economía española va como una moto, a pesar de que todas las instituciones competentes, internacionales y españolas, tienen nuestro ciclomotor bajo vigilancia en el taller y señalan nuestro déficit y deuda como un lastre insoportable para una economía que si forma parte de la champions, es en paro juvenil, con un 27 por ciento de desempleados menores de 25 años. Arremangado le hemos visto dando la puntilla final a las pymes, arremangado le observamos cuando le dice al dueño de una mercería o al autónomo que malvive con su ferretería que tiene que pagar lo mismo a su empleado por menos horas trabajadas, arremangado recortará así un 1,8 por ciento el empleo y enquistará el paro, en el que –aquí sí– vamos como una moto en Europa.

Arremangado se siente cómodo decretando la bajada de la inversión empresarial, arremangado se afana en despreciar a la Monarquía prohibiéndole al Rey reunirse con los empresarios catalanes u obligando a Felipe VI a que firme la derogación de su discurso del 3 de octubre de 2017 y muy arremangado está cuando se sube al Falcon sin dar ninguna cuenta de su uso mientras hunde a Aena y a las compañías aéreas con medidas embusteras al alimón con otra que también sabe arremangarse cuando se marca las ondas al agua, Yolanda Díaz.

Arremangado se le ve cuando promete una fiscalidad más justa y lo que anuncia en puridad es un estoque mortal contra las clases medias trabajadoras. Arremangado se prepara para condonar 70.000 millones de deuda a Cataluña, o para perdonar a los sediciosos siete millones de euros en fianzas por la malversación del procés y arremangado le veremos dar órdenes a María Jesús Montero para satisfacer las demandas de sus voraces aliados del Franckenstein por cuenta nuestra. Como mejor se arremanga es cuando profundiza en la brecha que separa a la burbuja de españoles que viven de lo público –funcionarios, pensionistas, parados, entre otros– frente a autónomos y empleados privados. Arremangado se esfuerza en cavar un hoyo también entre otra suerte de dos Españas: la que organiza su vida con dinero público y festivos eternos y la que no tiene ni un minuto –autónomos fundamentalmente– ni para ir al médico cuando tiene lumbalgia.

Cuando se arremanga mejor es cuando toma decisiones para ir engordando el gasto público que está depredando al privado. Cuando llegó Sánchez a arremangarse en 2018 el peso del paquidermo estatal era del 41,3 por ciento, hoy ya supera el 50 por ciento. Su Sanchidad sabe arremangarse cuando hipoteca a las generaciones y los ingresos futuros, cuando reparte regalías como papá Estado para tener las calles y las bocas calladas, cuando ceba con dinero público la Administración que ya triplica el peso de sectores como la construcción y es seis veces superior al de la agricultura. Arremangado dicta que el impuesto de sociedades grave el resultado contable de las grandes empresas, en lugar de su base imponible como hasta ahora, para que, arremangado, disponga de más dinero en las arcas para comprar clientela electoral.

Arremangado nos lleva al peor peronismo y quiebra los principios de igualdad, seguridad jurídica y separación de poderes. Arremangado o desencadenado, como el Django de Tarantino, solo espera a la jura de la Princesa de Asturias para arremangarse y firmar el pacto de la infamia con Puigdemont, quizá con llamada telefónica incluida. Eso sí, siempre arremangado.

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