La justicia no vota a Txapote
Todavía hay jueces como Pedraz que no dan por perdida la dignidad del Estado y la obligatoria defensa que los poderes públicos tienen que hacer de las víctimas
A Txapote, el carnicero que mató a Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica y otros 10 inocentes más, lo tienen sesteando en la cárcel de Vitoria, tras haber sido ignominiosamente acercado por Pedro Sánchez y Grande-Marlaska al País Vasco, para que cumpla cómodamente los ocho años que le quedan para poder pasearse por las calles. Jamás se ha arrepentido de sus monstruosidades, sino todo lo contrario: alardea de su repugnante historial cada vez que tiene que enfrentarse a un tribunal. Su nombre es el mejor símbolo de la claudicación de Pedro Sánchez respecto a los asesinos y sus albaceas de Bildu. Fue un clamor el «que te vote Txapote» que corearon en Neptuno decenas de españoles durante el desfile de la Fiesta Nacional, aunque lo más seguro es que el sanguinario etarra vote a su amigo Arlando Otegi, que es el que recoge las nueces que caen del árbol socialista, un exetarra que va camino de convertirse en lendakari gracias al blanqueamiento que le hace Pedro Sánchez.
Afortunadamente, la Guardia Civil y la Audiencia Nacional no siguen las instrucciones de Moncloa y han puesto en el punto de mira a este canalla para que responda también, como dirigente de ETA, por asesinatos como el del magistrado Querol, que se produjo en 2000. Recuerdo bien ese atentado, porque yo estaba esa mañana cerca de la calle Torrelaguna, de Madrid, donde explotó el coche bomba que mató al juez del Supremo, a su escolta, a su chófer y al conductor del autobús de la EMT que circulaba por la zona esa nefasta mañana. Se da la triste circunstancia de que, como recoge el auto judicial, el magistrado asesinado charló días antes con sus matones en una café cercano, mientras le vigilaban sin él saberlo.
La justicia que no controla Pedro Sánchez tiene claro que los jefes de la banda eran tan responsables de las matanzas como los que ponían las bombas o disparaban en la nuca de inocentes. En el caso del juez Querol, los seguimientos, el robo de matrículas y toda la infraestructura que se montó para tamaña salvajada, no hubiera sido posible sin la orden que daban los que mandaban, Txapote entre ellos. De hecho, hubo una reunión del comando asesino con la cúpula de la banda, donde con toda seguridad se pergeñó el atentado. Cuando estaba este animal en la prisión de Álava fue citado a declarar y se negó a ir, bajo la excusa de que Francia no le entregó por estos hechos, por lo que no puede ser investigado sin el permiso de las autoridades galas, autorización que está tramitando el juez Pedraz, en respuesta a la incansable batalla de Dignidad y Justicia.
Mientras Pedro Sánchez blanquea a Otegi y a Puigdemont, mientras el Tribunal Constitucional se apresta a pasar la mano por el lomo de la ley de amnistía, mientras el Gobierno coloniza todas las instituciones, que se han convertido en instituciones de autor, todavía hay jueces como Pedraz que no dan por perdida la dignidad del Estado y la obligatoria defensa que los poderes públicos tienen que hacer de las víctimas. De eso se trata el Estado de derecho, de que los contrapesos funcionen y mientras, para cumplir lo de «presos por presupuestos» del que se ufana Otegi, el Gobierno traslada a los etarras a cárceles del País Vasco, donde los amigos del PNV tienen la llave de las celdas, la luminosa memoria, la digna memoria de las víctimas, es una noble causa que sigue en pie a pesar de Sánchez.