Los principios de Peter (Sánchez)
Ningún gobierno europeo aplica con mayor esmero el principio de Peter (Sánchez): «En una jerarquía todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia»
Abramos el nuevo diccionario sanchista, cuyo principal editor es el ministro Bolaños que cantinfleando es único. En esa manufactura de disimulos lingüísticos se incorporan diariamente voces distintas, no hay día que no haya un nuevo concepto que enriquezca la fábrica inagotable de eufemismos de Moncloa, cultismos dignos de ser incorporados a la RAE, por su alarde semántico y embustero, elaborados para insultar a la inteligencia de los ciudadanos. El Gobierno es hoy una escuela de traductores para débiles mentales, a los que hay que mantener la moral de victoria.
Amnistía: alivio penal.
Defender que se aplique la ley: empeño de nostálgicos del enfrentamiento.
Consagrar los privilegios de unos políticos delincuentes: aplicar los planes convivenciales del Gobierno.
Borrar los delitos de los sediciosos: reconciliar a España con Cataluña.
Traer a Puigdemont libre de polvo y paja: aplicar la generosidad del Estado.
Ir a fotografiarse con un fugado de la justicia con las ondas al agua recién hechas: contribuir a la historia del reencuentro entre España y Cataluña.
Humillar a los jueces del Supremo: acabar con la respuesta vengativa del Gobierno contra Cataluña.
Anular los delitos del procés: desjudicializar el conflicto catalán.
Condonar 70.000 millones de euros gastados por los dirigentes catalanes en propaganda contra España: justicia histórica.
Rendir al Estado: aplicar la técnica del ibuprofeno para desinflamar la tensión.
Maltratar al idioma español en Cataluña: proteger el catalán frente al colonialismo lingüístico del Estado.
Acudir a una manifestación para protestar legítimamente contra la amnistía: calentar la calle en contra del único candidato con posibilidades de formar gobierno.
Exigir que se cambie el sistema de elección de los jueces por el método europeo de que los designe la carrera judicial: incumplir la Constitución bloqueando el CGPJ.
Pitar al presidente en funciones durante el 12 de octubre: hacer una instrumentalización partidista de la Fiesta Nacional.
Matar a más de 850 inocentes y extorsionar y echar de su tierra a cientos de miles de vascos: tiempos pasados, superados por Nelson Zapatero, que hay que olvidar.
Abrazar al etarra Otegi: normalizar el diálogo político.
Indultar a Griñán y a otros ocho socialistas condenados a penas de prisión por la corrupción de los ERE: hacer justicia con quienes cometieron errores «administrativos».
Más de 400.000 españoles que no trabajan de media ni dos horas a la semana: empleados fijos discontinuos.
Expolio fiscal a las clases medias: armonización de incentivos.
Premio a los holgazanes en la escuela: aplicación de los estándares de aprendizaje evaluables.
El ataque de Hamás contra el pueblo israelí: la respuesta de los hermanos y hermanas palestinas contra una fuerza de ocupación.
Insultar a media España: expulsar del debate público a la ultraderecha.
Ningún gobierno europeo aplica con mayor esmero el principio de Peter (Sánchez): «En una jerarquía todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia». Y después, ya solo se trata de aguantar. Para ello lo aconsejado es aplicar una máxima imbatible: cuando no se tienen soluciones, lo mejor es cambiar el nombre a los problemas.