La demagogia y el miedo
Según el estudio de Funcas y la macroencuesta de Lab4Future y Wuolah, en indicadores académicos las universidades privadas superan a las públicas y los jóvenes las prefieren. De las cinco universidades mejor valoradas por los estudiantes tres son privadas
Marisu Montero presidió el último Consejo de Ministros. Ausente el presidente, viajero tras un pato laqueado a la pekinesa, ocupó la cabecera del sanedrín gubernamental. Para encontrar antecedentes de tal sorpresa habría que retroceder siglos, acaso a algunos gobiernos que duraban días y hasta horas y presidían tipos que pasaban por allí para solaz de los mentideros. Marisu fue en su tierra consejera de Sanidad y de Hacienda sin haber ejercido como médico y ayuna de saberes hacendísticos.
Marisu no alcanza en ignorancia a la Irene del mismo apellido, pero Marisu gana en aspavientos, gestualidad, movimientos de cabeza, brazos y fruncido de labios, y también en truenos verbales. Ya aseguró en un pleno del Congreso que la sanidad y la educación públicas se debían a Felipe González, a los socialistas, y se ofendió ante las risas en los escaños de la oposición. A menudo ignora de lo que habla. Hay grabaciones. Tras condenar la presunción de inocencia y disculparse con la boca pequeña, en ella tan difícil, nos descubrió que las universidades privadas son chiringuitos que regalan títulos y suponen una amenaza para la clase trabajadora. Nada menos.
Según el estudio de Funcas y la macroencuesta de Lab4Future y Wuolah, en indicadores académicos las universidades privadas superan a las públicas y los jóvenes las prefieren. De las cinco universidades mejor valoradas por los estudiantes tres son privadas. En general, sus alumnos muestran un rendimiento académico superior y una mayor eficiencia en sus estudios y sus graduados alcanzan una mejor inserción laboral. Acaso porque en las privadas hay una proporción más realista de estudiantes por clase, más atención directa y eficaces programas de seguimiento. Marisu suele abusar de la verborrea demagógica. También ha arremetido contra los estudios de medicina en las universidades privadas, pero los datos demuestran que es una de las carreras más seguidas y más valoradas. Los graduados, lleguen de públicas o privadas, han de aprobar el duro MIR que Marisu no superó y tuvo que dedicarse a la gestión hospitalaria. Siempre he creído en la convivencia de lo público y lo privado.
Marisu-No-Da-Una no debería haber abordado ese tema. Sánchez estudió, como antes Azaña, en el Real Centro María Cristina de El Escorial, universidad privada de los agustinos, e hizo el doctorado, con su tesis plagiada, en la universidad privada Camilo José Cela. Cinco ministros estudiaron en universidades privadas y hasta una decena cursaron estudios complementarios en centros superiores privados. ¿Eran chiringuitos? ¿Compraron sus títulos? Y cuando, en alto número, los altos cargos socialistas llevan a sus hijos a universidades privadas, muchos procedentes de enseñanza media privada, ¿debemos colegir que están amenazando a la clase trabajadora?
Esta demagogia barata de Marisu, como la de otros ministros-eco, y no digamos de Sánchez, la atribuyo al miedo. Son conscientes de que juegan de farol. No gobiernan porque no pueden, aunque estén dispuestos a aceptar un chantaje tras otro a cambio de hundir a España y empobrecer a los españoles. Es el miedo a perder el sillón. Quien gobierna España, de hecho, es Puigdemont. Hasta esperaron su permiso para comenzar un Consejo de Ministros. Marisu, como candidata en Andalucía, se malicia que perderá y se ve anclada en el Parlamento autonómico. Un invento de Sánchez para librarse de ella; hay no pocos precedentes. Es el papel que correspondió a Reyes Maroto cuando pasó de ministra a candidata municipal, y el que espera a Óscar López, reiterado perdedor, en la Comunidad de Madrid. Mientras, Alegría sigue utilizando cada comparecencia tras los Consejos de Ministros para atacar a la oposición; actitud irregular que no tiene precedentes. Pero ella no desiste de servir al puto amo (Puente dixit). Qué alegría.
El análisis de la realidad, demagogia y miedo incluidos, merecería una tesis doctoral y es lamentable que Sánchez tenga hecha la suya, aunque de aquella manera, porque cuenta con experiencia para que resultase útil. Esta vez podría doctorarse en Historia con una tesis sobre Joseph Goebbels y sus Once Principios de la Propaganda. Fue el maestro de la mentira. No sé la relación actual de Sánchez con Irene Lozano, rota ya su cadena de cargos, pero acaso podría contar con la ayuda de su negra de lujo. Me temo que nos quedaremos con las ganas.
Marisu Montero debería ser menos belicosa y vocinglera. Y más leída. Pero el miedo es libre. No dimite como vicepresidente y seguirá actuando como candidata, lo que supone una anormalidad ventajista. Al menos ha presidido in absentia el Consejo de Ministros del Reino de España. Lo juro.