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Pecados capitalesMayte Alcaraz

El alma oscura de ZP

Qué se puede esperar de un señor que creó la Alianza de Civilizaciones, mientras algunos de sus interlocutores, con los que se sentaba a la mesa, patrocinaban atentados islamistas que se producían en nuestro propio continente

Actualizada 01:30

Sería fácil para una columnista como yo decir que Zapatero le está haciendo el trabajo sucio a Sánchez con la amnistía y la concesión del premio nobel de la paz para Otegi, si no fuera porque el propio presidente en funciones se basta solito para enfangar cuanto toca sin necesidad de ayudas. Pero es verdad que este Gobierno es la criatura más querida por ZP, quizá el alma más negra del actual PSOE, el personaje que hacía recortes cuando dejaba de mirar el color de las nubes, que fue el único presidente que bajó el sueldo a los funcionarios y congeló las pensiones diciéndoles que lo hacía por su bien. Cuando no recitaba a Gloria Fuertes –«no pensad en los difuntos/dormid juntos»– se dio cuenta de que la vida era complicada y el dinero público limitado y se tragó su plan E y sus brotes verdes. Pero la indigestión fue para España que le mandó a su mansión de Pozuelo en cuanto se abrieron las urnas en 2011.

Todavía tenemos grabado cómo en la campaña del pasado julio nos dijo, con cara de haberse tomado más de un agua con gas, que «el infinito es el infinito. El universo es infinito. No cabe en nuestra cabeza imaginarnos cómo es el infinito. Pues bien, pertenecemos a un planeta, la Tierra. Somos el único sitio del universo donde podemos leer un libro, donde se puede amar». Aunque no se lo crean a renglón seguido aseguró que la derecha estaba desquiciada. ¡La derecha! Su pedantería es tan grande como su ignorancia, por eso se empeñó durante sus casi ocho años de Gobierno en infantilizar a los votantes. Cuanto más pequeños, más susceptibles de ser engañados.

Este expresidente tóxico, lleno de sonrisas falsas y discursos cursis, pero ni un buen hecho, es el primero de los socialistas que cogió una pala para cavar trincheras para uso y disfrute de Sánchez, que lo ha hecho con deleite. Por eso, no es de extrañar que el tiempo que le deja libre su pasión por blanquear las dictaduras bolivarianas, se pase por la radio para aplaudir la amnistía a delincuentes, clame por que todos olvidemos todo, por el cambio de opinión para adaptar la realidad a las circunstancias políticas, por que un etarra que ha secuestrado y matado sea considerado un hombre de paz. Qué se puede esperar de un señor que creó la Alianza de Civilizaciones, mientras algunos de sus interlocutores, con los que se sentaba a la mesa, patrocinaban atentados islamistas que se producían en nuestro propio continente.

Zapatero, como Sánchez, jamás debería haber llegado a ser presidente del Gobierno. Ambos eran diputados grises de su partido, que sesteaban en sus grupos parlamentarios por su escasa brillantez y preparación pero que, la fatalidad que acompaña a nuestra Historia, los colocó en la cúspide del Gobierno de España. El primero aprovechándose de la conmoción del golpe terrorista más grave de Europa y el segundo, gracias a una moción de censura muñida en el despacho de un juez para cargarse a Mariano Rajoy.

Por eso, ambos han establecido una unidad de destino en lo universal que consiste en trazar un cordón sanitario contra dos partidos –PP y Vox– que representan a once millones de españoles. Extramuros de ello, todo lo que queda fuera de esa media España que defiende la unidad de su país y su dignidad, es la Arcadia feliz: los populistas, los dictadores caribeños, los separatistas, los supremacistas catalanes, los filoterroristas, la satrapía marroquí que quiere quedarse con Ceuta y Melilla, la salida a la calle de violadores y hasta los asesinos de Hamás, de probada humanidad frente a Israel. Zapatero ha comprobado que hincándose de hinojos ante sátrapas como Maduro o bajando la cabeza ante Rabat obtiene más beneficios que defendiendo la legalidad de su país y la independencia judicial de España.

Dijo ayer Felipe González que «rectificar es de sabios y de necios tener que hacerlo a diario», en referencia a los «cambios de opinión» que defiende Zapatero de él mismo y de Sánchez. González dice que no se enteró de nada cuando escuchó al cándido Zp pero yo creo que se le entendió todo. Lo más importante: que las instituciones que condenaron a Otegi, Puigdemont, Junqueras, etc. fueron unas instituciones represivas, como siempre han defendido los separatistas, y que lo que hicieron los delincuentes fue lo correcto. Hay que tener el alma muy oscura para humillar así al país del que fuiste presidente durante siete aciagos años.

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