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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Un humilde manifiesto contra Sánchez

O España se levanta pacíficamente, sin dar respiro a Sánchez, o nos mereceremos el régimen predemocrático ya en ciernes

Actualizada 01:30

Sánchez lleva cinco años destrozando España porque le hemos dejado. Le dejamos perpetrar una moción de censura con todos los ladrones de la cueva de Alí Babá a su vera. Le dejamos indultar a Junqueras, rehabilitar a Otegi, elevar a los altares a Pablo Iglesias, aplicar un programa comunista, liberticida y filoterrorista.

Le dejamos criminalizar a la oposición, aplicar cordones sanitarios a partidos constitucionales, nombrar a sus secuaces en cada institución del Estado. Le dejamos encerrarnos en las casas y cerrar los negocios para tapar la huella de un virus que él ayudo a extender primero, por su negativa a suspender el 8M.

Le dejamos que humillara a las víctimas de ETA y liberara sus verdugos, que derrochara a manos llenas con dinero ajeno y fines clientelares. Le dejamos que atacara a la España productiva y la esquilmara, para recrear un paraíso de vagos y llorones que, a cambio de su paga, le votara eternamente.

Le dejamos también que resucitara a Franco para, con ese pretexto infantil, justificar el desprecio a media España, tildando de fascista a todo aquel que, simplemente, rechazara su alocado rumbo, su política empobrecedora y su pasión por la mentira, la zancadilla y el fraude, con el totalitario objetivo de imposibilitar la alternancia y blanquear, a la vez, a sus socios mafiosos y sumar con ellos para eternizarse.

Le dejamos que hiciera una caricatura de España, como si aquí todos sus detractores fueran ultraderechistas, machistas, homófobos, racistas o todo a la vez; mientras él regaba una sociedad de vagos y maleantes, que hacen la vida imposible a vecinos pacíficos y españolitos cumplidores, insultados, atemorizados y atacados por la chusma descerebrada y peligrosa que encima vive de ellos.

Le dejamos igualmente convertir la educación pública en una herramienta de construcción de zombis ideológicos al servicio del Régimen, prostituyendo la misión de la escuela para transformarla en una fábrica de cerebros programados al servicio de su causa. Le dejamos que aprobara leyes estúpidas que anteponen el derecho a morir al de vivir con dignidad o la transformación del sexo y del género en una elección personal, como si todo el mundo pudiera ser lo que quisiera sin otro límite que su imaginación: hoy hombre, mañana mujer y pasado pingüino de Humboldt.

Le dejamos, además, que echara a un Rey, maniatara a otro, devaluara la Constitución, ocupara el Tribunal Constitucional, asaltara RTVE y lo envolviera todo en una encuesta del CIS a su favor; mientras cacareaba un histórico progreso económico, social y laboral que simplemente es mentira.

Si el neolenguaje convierte el suicidio asistido desde el Estado en una «muere digna» que hoy es para enfermos terminales y mañana será para jóvenes deprimidos; la «contabilidad creativa» convierte a parados en ocupados y a pobres en asalariados; sembrando la destrucción de las clases medias, la confiscación fiscal por principio y el récord de recaudación de impuestos para el Estado, para poder desarrollar luego políticas asistencialistas de inviable futuro para España pero inmensos réditos electorales para su secta y comprarse el apoyo de golpistas con el sudor de autónomos, trabajadores y pequeños empresarios.

Incluso le dejamos poner unas elecciones en verano, con sospechas sobre el voto por correo que aún no se han disipado y un recuento electoral que destrozó todas las previsiones demoscópicas y desveló que, aunque nadie defiende a Sánchez en la calle, milagrosamente lo adoran en las urnas.

Y le dejamos porque somos demócratas, trabajadores y educados y no sabemos hacer otra cosa que respetar las normas, protestar lo justo, cuidar el espacio público y aceptar el resultado de un partido aunque pierda nuestro equipo.

Pero ya está bien: el civismo no puede ser la mejor arma del salvaje que te abofetea porque cree que pondrás la otra mejilla. Debe ser el pilar de una respuesta que, desde esos mismos principios y actitudes, destroce a la banda latina que tiene amedrentado al barrio, a los ñetas de Sánchez, los trinitarios de Junqueras y los latin king de Otegi.

No se trata de parecerse a ellos, sino a nosotros mismos, pero moviendo el culo para variar: ellos hacen las revoluciones con barricadas, fogatas y capuchas; asediando el Congreso, quemando contenedores y atizando a policías.

Nosotros, con claveles: la rosa marchita, con el capullo que se ha convertido en logo del partido, no soportaría a millones de ciudadanos pacíficos, a las puertas de Moncloa, del Congreso, del Senado, de Ferraz, del despacho de Page o de Vara, diciendo con su mera presencia que hasta aquí hemos llegado. Y ya estamos tardando en que todo aquel que quiera a la España constitucional y democrática dé un paso al frente y movilice a todo el que pueda: hay que ponerle un clavel en la pistola con la que nos apunta. O disparará.

No es una cuestión de derechas ni de izquierdas, ni de quitar a Sánchez para poner a Feijóo: eso es irrelevante al lado del desafío planteado por un antisistema con corbata que, en síntesis, ha conculcado el Estado de Derecho y subastado la democracia para imponer, por su propia supervivencia, un régimen nuevo por la puerta de atrás que amenaza la misma idea de España. Si ante esto tampoco nos unimos, sin otra bandera que la española constitucional y otro objetivo que echar a los ladrones de nuestras casas, nos mereceremos lo que nos pase.

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