La perra gorda
Sánchez ha traspasado demasiadas líneas rojas. No parece que le mueva el interés general sino su interés particular o, en todo caso, el interés de los españoles que le votaron y a los que engañó; ocultó sus intenciones reales
El dicho «para ti la perra gorda» supone dar la razón a un equivocado del que discrepas pero no quieres seguir la discusión. Viene a ser como darle la razón a un tonto. Es lo que le dijo Sánchez a Feijóo. A Sánchez le parecía estrambótica la reunión con Feijóo en el Congreso. Como se rodea de conocedores de casi nada, ignora que desde Felipe González y Fraga se produjeron reuniones en el Congreso; también entre Rajoy y Rubalcaba. Con muros de por medio, según las políticas del presidente, no es fácil la confianza. Diré que la perra gorda, que llegué a manejar, era una moneda con un valor de diez céntimos de peseta cuyas últimas ediciones son de bastantes años después de la guerra.
Escribo sin conocer el resultado de la reunión entre Feijóo y Sánchez. Lo hago sin red y por eso me refiero al fondo de la cuestión. ¿Por qué ese repentino interés de Sánchez en hablar con Feijóo cuando ni se dignó contestar a su discurso en la investidura del líder popular? Pero casi todo tiene su lado bueno. Gracias a esa descortesía parlamentaria de Sánchez conocimos el estilo hortera de Puente que tantas alegrías nos proporcionará. También descubrimos a nuevos tertulianos sanchistas más o menos emboscados. El otro día recibí un meme: «España es el país en el que se venden menos periódicos y más periodistas». Ayer Fortes en su tele llamó a la sede de la Generalidad «la Moncloa de Cataluña». Sin comentarios.
Esta trampa de Sánchez de hablar con Feijóo le favorece. Le blanquea en Europa. Ya no aparecerá como alguien que sólo escucha a los suyos. ¡Habla con el líder de la oposición! Para nada, claro. Porque si Feijóo no tambalea sus ideas la conversación no llegará a nada. Pero acaso, una vez más, el PP confunda la realidad y sea más vara de mimbre que barra de hierro. Recuerdo ciertos cambios en el Tribunal Constitucional, que ahora tanto nos preocupa, que fueron posibles porque el PP fue engañado, sin duda con más confianza de la debida, en una negociación tramposa.
En otras circunstancias el jefe de la oposición debe acudir a las citas del presidente del Gobierno. Pero Sánchez ha traspasado demasiadas líneas rojas. No parece que le mueva el interés general sino su interés particular o, en todo caso, el interés de los españoles que le votaron y a los que engañó; ocultó sus intenciones reales. Se ha echado en manos de los enemigos de España, de la Monarquía parlamentaria y de la Constitución. Vivimos condiciones excepcionales.
Veamos. 1) Por primera vez el partido más votado no gobierna; lo hace quien perdió las elecciones y gracias a partidos con porcentajes de votos ridículos, además de heterogéneos, que sólo coinciden en el «¿qué hay de lo mío?». 2) El control parlamentario no existe. Ni el presidente ni los ministros responden a nada; sólo insultan. 3) El Poder Judicial está amenazado y cada vez más. Bolaños declara que los jueces no tendrán que acudir a las comisiones parlamentarias en las que se les «juzgará»; no es un favor del Gobierno, no irían de todos modos; aún peor: serán «juzgados» sin defensa. 4) El Tribunal Constitucional está bajo sospecha presidido por quien proclamó que había que «manchar las togas con el polvo del camino». 5) La ley de amnistía, en tramitación, supone una aberración constitucional pero también una desvergüenza moral. 6) La entrega de Pamplona a Bildu y lo que sin duda lleva detrás. 7) La cacareada renovación del CGPJ que Sánchez, en contra de lo que pide la UE, quiere adelantar a la ley para que los jueces nombren a los jueces; lo presentan como incumplimiento constitucional de la oposición. Otra falsedad. Y podría seguir.
Con esta realidad Feijóo no debería haberse reunido con Sánchez. El único PSOE es el que ha fagocitado Sánchez. Y con el actual presidente no se puede ni compartir un décimo de lotería. Creo que Feijóo se ha equivocado. La foto con él es un blanqueo para Sánchez. No son tiempos de rigodones sino de floretes. No son tiempos de killers pero sí de espadachines. Es preocupante que un líder no lo vea, pero casi es peor que haya quienes se lo aconsejen. ¿Con quiénes habla? Dicho con todo respeto, no debería conformarse con la perra gorda.