Nochebuena, también en España
Desde aquí, mis mejores deseos de paz y felicidad, y esta noche, en medio de la hermosa música navideña, en la Misa del Gallo, rezaremos todos por un mundo mejor… España incluida
Faltar a esta cita de la Nochebuena sería un pecado de difícil perdón. No es una noche más. Desde que un niño recién nacido formateó la historia hace 2023 años, el final de este día representa una de las máximas expresiones de la civilización occidental, que han permitido regar las raíces judeocristianas de todo lo bueno que nos ha conformado hasta el día de hoy. La Navidad, que para muchos es la celebración de la gratuidad, del puro amor, de la entrega de un Dios a su pueblo para su redención, la hemos convertido en la celebración del consumismo. No seré yo quien ahora me ponga estupendo e invoque la austeridad, cuando en muchas ocasiones el regalo es la mejor manifestación que los seres humanos encuentran para mostrar la gratitud, madre de todas las virtudes. Pero lo que celebramos hoy va mucho más allá de la satisfacción material. Es la explicación de nuestra presencia aquí.
La noche de hoy iluminó el mundo y lo transformó. No se puede entender la historia de la humanidad sin aquel final del día 24. Desde entonces, a lo largo de cientos y cientos de años obligó a pensadores, filósofos, poetas, cantantes, escritores, pintores, arquitectos… a pensar, imaginar y proyectar la vida con su aliento. No fue un crepúsculo más. Aquel niño no era un simple bebé que nació entre pajas, en la mayor de las humildades. Era el mayor aldabonazo de la historia, aunque casi nadie lo pudo ver.
Lo hizo así para enviarnos el primero y más significativo de sus mensajes: nacéis sin nada, morís sin nada y solo el amor os podrá redimir de vuestros errores.
No podría faltar hoy a la cita con los lectores de El Debate. No lo hago ningún día, el director de un periódico asume y se responsabiliza de todo su contenido, por tanto, todos los días mantenemos el inteligente diálogo, al que cada día se suman más lectores.
Ahora bien, de alguna manera, hoy necesitaba amigo lector compartir con usted la alegría de festejar el nacimiento del niño Jesús. Hemos aprendido a recordarlo con alegría y tal vez se nos puede ir la mano en los regalos, en los adornos o en las viandas. Se entiende. No ofendo a nadie, sin embargo, cuando dentro de mi libertad, le felicito a usted estos días por el verdadero motivo: la llegada al mundo del redentor, con el que Dios cumplió la promesa que le había hecho al padre Abraham. Desde aquí, mis mejores deseos de paz y felicidad, y esta noche, en medio de la hermosa música navideña, en la Misa del Gallo, rezaremos todos por un mundo mejor… España incluida.