Cuesta de enero
El presidente que levanta muros y demoniza a la derecha liberal ha usado sus mismas herramientas, las bajadas de impuestos, para suavizar el impacto de una inflación brutal sobre el presupuesto de los hogares
Probamos, en 2008, la receta de la austeridad contra la crisis bancaria. Aunque jamás llegamos a cumplir, al mandato de apretarse el cinturón, al de no vivir por encima de nuestras posibilidades, algunos llegaron a denominarlo austericidio. Nos sacó de la recesión, saneó el sector financiero y redujo a un tamaño razonable y profesional el negocio inmobiliario. O lo hizo el mercado, después de depurar con estrépito los excesos de una década larga. Y alimentó una suerte –desgracia, más bien– de populismo político deseoso de tomarse la revancha que todavía hoy padecemos.
La medicina contra la crisis derivada de la covid ha sido diametralmente opuesta. Los gobiernos de Europa se han dedicado a emitir deuda, alterando artificialmente el juego de la oferta y la demanda en mercados de bienes y recursos humanos, para disimular o mitigar una subida de precios que, camuflada como estaba, ya era inasumible para familias y empresas. En enero, cuando comiencen a retirar el andamiaje artificial que han levantado, veremos si ha dado resultado o sólo ha sido, como parece, un burdo trampantojo. No hay más riqueza, no hay más empleo privado, no han florecido nuevas oportunidades y sí más letras que nosotros o nuestros hijos y nietos tendrán que pagar. Compromisos que nos dejan en manos de los acreedores.
Los fondos europeos, financiados con fondos mutualizados, no son más que otra de esas facturas pendientes. Extremadamente gravosa. Habrá valido la pena el empeño si, como nos han prometido, se han empleado adecuadamente para transformar la anquilosada, subsidiada y dependiente economía del euro en un modelo sustentado en la innovación y la tecnología con altas capacidades de crecimiento, suficiente para financiar un estado del bienestar cada vez más oneroso. No lo parece, aunque tampoco podemos afirmarlo o negarlo categóricamente porque no tenemos noticia de lo que han hecho o han dejado de hacer con unos dineros que son nuestros, algo que las estructuras burocráticas tienden a olvidar. La opacidad con la que han transferido miles de millones de euros dará titulares en los próximos años. Al tiempo…
Lo que sí podemos constatar es el margen cada vez más estrecho del que dispone la iniciativa privada, la que ya está pagando la fiesta en forma de crecientes gravámenes, para innovar o generar riqueza y prosperidad. Curiosamente, el presidente que levanta muros y demoniza a la derecha liberal ha usado sus mismas herramientas, las bajadas de impuestos, para suavizar el impacto de una inflación brutal sobre el presupuesto de los hogares. Podría seguir haciéndolo, pero no parece que se le haya pasado por la cabeza. No tiene opción. Para financiar la permanencia en la Moncloa hay muchas bocas que alimentar.