Oh, ¡ni un Jordi , ni un Carles, ni un Oriol!
Curioso baño de realismo el hecho de que en el paraíso identitario catalán los cinco primeros niños nacidos en 2024 hayan sido de padres extranjeros
Un pequeño clásico del periodismo de los arranques de año son las entrañables crónicas sobre los primeros bebés que vienen al mundo.
Los que estamos firmemente convencidos de que existe un acusadísimo hecho diferencial catalán, que impide que el pueblo elegido pueda convivir un minuto más con los casposos españoles de segunda, recibimos con alivio la noticia de que el primer niño del 2024 en Cataluña había nacido en la Seo de Urgel.
Viniendo al mundo allí arriba, el bebé tenía que ser por fuerza un catalán fetén, un patanegra identitario, pues se trata de una población ilerdense de 12.000 habitantes enclavada en los Pirineos y de ilustre historia. La Seo fue la Orgellia romana, sufrió el saqueo de los sarracenos y formó parte durante siglos del Condado de Urgel, forjado por los francos. Pero ese revoltijo de gente de todas partes circulando por allí no debe llevarnos a confusión, pues todos sabemos que Cataluña es la tierra bimilenaria de los catalanes (incluso antes de que existiesen como tales).
Nos la prometíamos por lo tanto muy felices ante el nacimiento del primer bebé catalán en lo que ahora llaman La Seu d’Urgell. Visualizábamos ya a un progenitor llamado Carles, u Oriol, con ocho apellidos autóctonos en su árbol genealógico y barretina bien calada, posando orgulloso junto a una feliz Meritxell con el bebé en el regazo; con ambos haciendo unas emotivas declaraciones a TV3 en perfecto catalán normativo. Pero saltó la sorpresa. Jacob, el primer catalán de 2024, nacido un minuto después de la última campanada, resultó ser el hijo de los buenos de Liseth Manuela y Wilson David, para más señas, inmigrantes hispanoamericanos. En el hospital los visitó una edil del partido gobernante allí, Compromís X la Seu-Candidatura de Progrés. Y de nuevo una rareza: la concejala no se llamaba Felicitat Torrent, o Ignasia Serret. No, no, era una tal Paqui Gómez. Qué cosas…
Pero bueno, lo del bebé de padres hispanoamericanos parlantes en castellano había que tomarlo con una anecdotilla. Enseguida llegarían los pequeños Jordis, Orioles, Carles y Llucías… Pero no. El segundo catalán de 2024, nacido en Barcelona, fue Matteo Alexander, también de ancestros hispanoamericanos. El tercero llegó al mundo en Figueres, en la muy independentista Gerona. Resultó que el padre lucía un turbante rojo a lo sij y se llamaba Rupindar Kaur y la satisfecha madre atendía por Amrik Singh. Luego llegaron Eithan y Víctor, también de padres del otro lado del charco… Hasta que a las dos y cuarto de la madrugada apareció por fin un genuino Pau.
Los cinco primeros catalanes del año han sido hijos de inmigrantes llegados del extranjero, porque en contra de lo que sustenta el paleto y más bien xenófobo separatismo catalán no existe región en España que sea más crisol de gente que Cataluña. Entre 1877 y 1970 recibió a 3,4 millones de personas llegadas de fuera. Procedían casi todas de otras regiones de España y acudían en busca de las oportunidades que les ofrecía un destino de temprano desarrollo industrial (gracias a la bicoca del arancel textil concedido graciosamente por el Gobierno de España en el XIX, monopolio del algodón que les permitió despegar). En lo que va de siglo ha continuado la mixtura de gentes, con un millón más de inmigrantes, esta vez la mayoría extranjeros.
Es decir, estamos ante región construida por gente de todos los sitios y que siempre ha formado parte de España. Pero esa realidad innegable se ve perseguida por uno de los proyectos de ingeniería social más execrables e insolidarios que se hayan visto en este siglo en Europa, el del nacionalismo supremacista catalán, que logra imponer su rodillo por una razón bien sencilla: la izquierda española no ha sabido estar en su sitio y les ha otorgado una prima de influencia disparatada.
(Coda: ¿Cuáles son los diez apellidos más comunes en la tan diferente Cataluña? Igual les suenan: García, Martínez, López, Sánchez, Rodríguez, Fernández, Pérez, González, Gómez y Ruiz. Entre los veinte primeros no aparece uno solo de raíz catalana. Qué cosas. Pero aquí estamos, con España en jaque por la mixtificación de unos fanáticos nacionalistas que han tomado como rehén a un ególatra de amoralidad multivariable).