2024: ¿Cascará el tinglado antiespañol?
Unos creen que Sánchez será devorado en unos meses por sus socios imposibles, otros creen que se perpetuará sin problema sacrificando lo que haga falta
La pregunta política del año que nace es si aguantará el tinglado antiespañol que permite a Sánchez okupar el poder sin haber ganado las elecciones. Hay dos puntos de vista. Unos creen que es imposible cabalgar a lomos de un tigre sin que te zampe un brazo. Otros piensan que sobrevivirá, porque ya incurrido en cesiones inauditas y no ha pasado nada, pues a fin de cuentas ahí sigue. Veamos los dos vaticinios contrapuestos:
-El tinglado de Sánchez cascará en 2024. El malabarista de la Moncloa tiene esta vez demasiados platillos bailando a la vez en el aire. Los separatistas le van a exigir un referéndum que no cabe en la Constitución. Cuando constaten que no se lo puede dar, que el PSOE solo les va a ofrecer una consulta light sobre más autogobierno, Puigdemont derribará el tablero, y Junqueras lo secundará para no ser menos de cara a las autonómicas. Además, Podemos, purgado por el yolandismo y rabioso, también le complicará la vida al divo. Por último, Bruselas lo obligará a iniciar un ajuste contable y no tolerará que se consume el dislate de la persecución a los jueces y el desguace del estado de derecho en España.
Sánchez se verá forzado por lo tanto a convocar elecciones anticipadas. Si la derecha deja de despellejarse. Si Feijóo hace un discurso de más enjundia ideológica y más ilusionante. Si Vox entiende que el objetivo urgente es dejar atrás esta pesadilla y alcanza un acuerdo con el PP para no presentarse en plazas donde sus votos se desperdician y al final ayudan al sanchismo. Si el pueblo español tiene un rapto de lucidez… Si sucede todo eso dejaremos atrás la etapa del nuevo Frente Popular, que quedará en la historia como un mero paréntesis de enajenación mental transitoria.
-Hay Sánchez para rato, para mucho rato. El actual presidente cuenta con dos ventajas: 1.- Carece de principios, todo le da igual con tal de flotar. 2.- Ha logrado controlar el TC con servidores de su causa, lo que le permitirá visar como constitucionales leyes que jamás lo habrían sido. Por supuesto concederá una consulta, un poco a la canadiense, disfrazada con un maquillaje eufemístico que permitirá que el leal Cándido la declare perfectamente constitucional. El TC dará por buena la amnistía y habrá también otra encubierta para los sicarios de ETA, como pago a Bildu. Cataluña recibirá una especie de cuponazo a la vasca. Se romperá de hecho la caja común y País Vasco y Cataluña pasarán a ser a todos los efectos una suerte de estados asociados, en una España confederal de VIP (catalanes y vascos) y parias (todos los demás).
El Estado de derecho continuará deteriorándose bajo un mandatario con crecientes reflejos autocráticos y se mantendrá la persecución a jueces y empresarios. Ante los apremios de Europa para reducir la deuda se optará por más leña en la parrilla fiscal. España continuará avanzando por la vía en la que ya estamos: un país socialista, de impuestos altísimos, sueldos bajos, menos empresas fuertes de las necesarias, creciente intervencionismo estatal y donde se reivindica como la maravilla absoluta la paguita frente al esfuerzo, la igualación a la baja frente al afán de prosperar, las taifas regionales frente a un proyecto solidario común y un rodillo de ingeniería social anclado en la subcultura de la muerte frente al legado católico sobre el que reposan las raíces de España y Europa.
Sánchez se mantendrá en 2024, claro que sí. Mal que bien sacará adelante unos Presupuestos, regalando España a los separatistas catalanes y vascos. Con las cuentas de un año aprobadas –que podrá prorrogar– y con sus televisiones tirará tres años sin despeinarse, pues ya se ha visto que no existe suficiente espíritu crítico como para frenar sus abusos.
¿Mi pronóstico particular? Me temo que estamos más cerca de lo segundo que lo de lo primero. Donde no hay mata no hay patata y en España no se ha sabido construir un robusto pensamiento alternativo al del presunto «consenso progresista» de la izquierda, interiorizado incluso por muchas personas que creen que están en la otra orilla.
Pero bueno, siempre nos quedarán la esperanza en Dios, la familia y los amigos, el romper de las olas, Bach, los Beatles, John Ford, las novelas de John Le Carré y los suspiros esplendorosos de Christian Bobin. Hasta que también nos los prohíban por incorrectos.