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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Pero quién ha prendido este incendio?

El problema de España no está las protestas de Ferraz, ni en la piñata de Sánchez, todos sabemos quién ha sido aquí el súper generador de crispación y odios

Actualizada 20:11

Dada la potencia del cañón televisivo de la izquierda mucha gente de buena fe puede llegar a confundirse. Por eso hay que insistir en algo que debería resultar evidente. Y es lo siguiente:

Aunque para mi gusto resultan ya un poco entusiastas de más, el problema que hoy vive España no radica en las protestas de Ferraz, ni en la piñata contra un muñeco de Pinocho (que por algo todo el mundo entendió al instante a quién representaba). El problema de España no es Vox, aunque sus formas echadas palante y su querencia por el espectáculo puedan gustar más menos. El problema de España tampoco es el PP, aunque no le vendría mal pensar un poco por elevación –ofrecer una ilusión de futuro en positivo– y trabajar la batalla ideológica para no acomodarse al marco mental que ha impuesto la izquierda.

El problema de España no está en la islamofobia, la gayfobia, la transfobia, la mujerfobia, la gordofobia y todas las fobias que cada semana descubre la izquierda… aunque en efecto no son aceptables cuando se producen. El problema de España no radica en lo que hiperbólicamente se denomina «emergencia climática», que desde luego no va a frenar un país del tamaño del nuestro mientras la colosal China se pone las botas inaugurando nuevas centrales de carbón. El problema de España no está en los abusos del clero, que aunque aberrantes y siempre condenables resultan residuales en relación al volumen total de casos de pederastia en España (cuando un profesor de un colegio laico abusa de menores, lo cuál sucede con triste frecuencia, huelga decir que la lupa de la izquierda mediática desaparece).

El problema de España no son los malvados «ricos» con «beneficios obscenos», esos «hombres del puro» que conspiran en los cenáculos de Madrid contra el providencial «Gobierno progresista». El problema de España no son unos jueces caprichosos aferrados a la retrógrada idea de querer cumplir la ley. Tampoco los votantes, intelectuales y periodistas que mantienen el extravagante punto de vista de no sentirse «progresistas».

Entonces, ¿cuál es el problema que está tensionando seriamente España? ¿Qué ha sucedido para que nuestro país viva una polarización que salvando las distancias violentas evoca la de los años treinta? ¿Qué ha pasado para que varias capitales de provincia hayan vivido las mayores manifestaciones en lustros? ¿Cómo es que instituciones que parecían estables, como la magistratura judicial, el Tribunal Constitucional o la monarquía están ahora en cuestión y/o acosadas? ¿Por qué la situación interna de la política española se ha convertido en una cuestión europea? ¿Cómo es que algunos de los periódicos extranjeros más relevantes dedican editoriales críticos a la deriva institucional que vive España?

Pues la respuesta resulta obvia: el problemón que hoy vive España lo ha armado un partido que se llama PSOE, que se ha alejado de la centralidad y ha prendido el fuego crispante que abrasa nuestra política. Con Zapatero se percataron de que les venía bien crear «cierta tensión», se inventaron un «cordón sanitario» antidemocrático contra la derecha y reabrieron las heridas de la guerra civil. Con Sánchez han alcanzado la felonía y el despropósito de sostenerse sobre el apoyo de golpistas antiespañoles y deberle el poder a un fugitivo separatista, que les exige perseguir a los jueces, retirar dinero a todas las regiones para inflar de fondos a la más manirrota y desleal, convocar un referéndum para destruir la nación y negociar el futuro de todos los españoles en Ginebra y con un mediador internacional, como si España fuese Mali.

En resumen: no nos den más la turra con el maratón televisivo de la piñata y el terrible sufrimiento del buen Sánchez, porque el problema de España precisamente se apellida Sánchez (amén del pastueño partido de los Pellizquines Page, que al final transige con todas los pasos hacia el acantilado del Gran Timonel). La denuncia del PSOE contra la protesta de Ferraz por «injurias y amenazas al presidente del Gobierno», «reunión ilícita» e incitación «al magnicidio» muestra a un político fuera de control, con tics clarísimos de supremo autócrata.

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