Fundado en 1910
HorizonteRamón Pérez-Maura

Napoleonchu en su laberinto

El laberinto de Napoleonchu le ha llevado a encontrarse con un récord histórico de diplomáticos que no quieren volver al Ministerio en Madrid. Hay más demandas que nunca para ocupar puestos fuera, aunque sean de segunda. Cualquier cosa menos la Caldera de Pedro Botero que hoy es Santa Cruz

Actualizada 01:30

Nuestro ministro de Asuntos Exteriores debe estar teniendo unos días muy entretenidos. Y no sé si sería posible distraer un poco su atención a ver si cambia la ruta desnortada que sigue. En contra del criterio de Napoleón Bonaparte, que sostenía que cuando el enemigo se equivoca, no hay que distraerlo, yo no pierdo la esperanza de que Napoleonchu Albares logre alguna vez hacer algo para bien. (De nada, ministro).

Tuvimos noticia el lunes de que ha convocado al embajador de Rusia para pedir explicaciones de la muerte de Navalny. Ya se sabe que esta vez el enemigo de Putin no ha tenido a bien caerse por una ventana, más que nada porque las de las prisiones tienen rejas y hubiera sido un poco inverosímil que limara los barrotes para suicidarse. Navalny ha muerto en extrañas circunstancias y sabemos que las autoridades rusas se niegan a entregar su cuerpo a la familia hasta que pase un tiempo prudente para poder borrar pruebas. Así que es de agradecer que Napoleonchu haya convocado al embajador ruso para presentarle sus protestas. Pero no hubiera estado de menos que aprovechase la visita del legado de Putin para manifestar la protesta de España por la muerte de un desertor ruso en Villajoyosa, Alicante. Esto que llaman «ajuste de cuentas» cuando la Policía no sabe a quién culpar, tiene todos los boletos del sorteo para ser el asesinato por los servicios rusos de un desertor que se llevó con él un helicóptero Mi-8 de combate y se lo entregó a Ucrania. Heroísmos a Putin…

Yo no tengo nada que decir sobre cómo se saldan las cuentas de los desertores en Rusia. Pero creo que el Gobierno de España sí debería tener mucho que demandar sobre asesinatos que tienen lugar en territorio español. No sé cuantos desertores rusos pueden estar asentados entre la amplia comunidad eslava que puebla la costa mediterránea española, pero aquello puede convertirse en el Far West.

En otro orden de cosas dentro de este Ministerio, supongo que el señor ministro efectivamente será capaz de controlar las iniciativas de la vicepresidente segunda que estaba dispuesta a ir a Gaza a enfrentarse con los israelíes. No es que ello difiera mucho de lo que ya hizo el presidente del Gobierno en su momento, pero está claro que Díaz le ha tomado gusto a viajar para cosas que nada tienen que ver con su competencia. Lo bien recibida que fue en el Vaticano le debe haber animado a buscar otros focos de interés público. Y, después del monumental castañazo electoral en su Galicia natal, cuanto más lejos esté de la realidad cotidiana, mejor para ella. Pero estoy seguro de que Napoleonchu encontrará las armas necesarias para impedir ese despropósito.

Ya es conocido que el laberinto de Napoleonchu le ha llevado a encontrarse con un récord histórico de diplomáticos que no quieren volver al Ministerio en Madrid y los que están en la capital quieren huir a donde sea. Hay más demandas que nunca para ocupar puestos fuera, aunque sean de segunda. Cualquier cosa menos la Caldera de Pedro Botero en que se ha convertido Santa Cruz. Es sabido que lo habitual era alternar dos destinos fuera y uno dentro. Pero ahora no hay casi nadie que quiera soportar lo que se vive en Madrid.

En la asignación de puestos, técnicamente todos son de libre designación. La práctica inalterada era aceptar las propuestas de la junta de la Carrera Diplomática, reservándose tres o cuatro para su designación directa por el ministro. Lo que se llama «puestos de asterisco». Me aseguran fuentes de la Carrera que en este momento y ante los nuevos nombramientos, los puestos de asterisco han pasado a ser decenas. Y convendría clarificar cuántos puestos de asterisco ha señalado Napoleonchu en Marruecos.

Así las cosas, hay que reconocer que la capacidad de Albares para ejercer como miembro de la Carrera empieza a ser más que cuestionada. En este infierno al que tiene sometidos a sus compañeros, no hace nada por defenderles. A día de hoy, hay más embajadores políticos que nunca desde la Constitución de 1978. Y acabamos de saber del nombramiento del ex presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, como embajador representante permanente ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sustituyendo al también «político» Manuel Escudero. La residencia en la Avenue de Foch París es una magnífica jubilación. A los miembros de la Carrera, ya les pueden ir dando. Que vuelvan a Madrid, a galeras.

comentarios

Más de Ramón Pérez-Maura

  • La lenta muerte del PSOE

  • El sanchismo se despeña

  • Mantengamos la calma

  • La desmemoria democrática de la izquierda

  • Galicia pinta mal

  • tracking