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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Estrella de Hollywood

«Koldo» es un personaje. Puede terminar con este Gobierno

Actualizada 01:30

Me van a permitir una licencia de muy mal gusto. A mí, personalmente, «Koldo» me hace gracia. «Koldo» es diminutivo cariñoso de «Koldobika» –Luis–, que es sabida la obsesiva preocupación de los vascoparlantes por dificultar las cosas. En un principio, cuando leí que a «Koldo» le habían sorprendido con las manos en la masa pensé en el marido del ministro Marlasca, que también se hace llamar de esta manera.

Y no andaba descaminado, porque uno de los clientes que compró mascarillas ineficaces y sobrevaloradas a «Koldo» fue precisamente, el ministro Marlasca. Y la simpática Armengol, cuya adquisición se mantiene empaquetada en un almacén de Palma de Mallorca mientras ella ha encargado a los carpinteros del Congreso de los Diputados que apliquen un pegamento en su sillón presidencial para que su notable culo no se despegue de su asiento.

Para mí, que «Koldo» es un personaje de película. Portero de puticlub, prostíbulo o piano-bar con final feliz. A un empresario que tuvo la mala idea de despedirlo, le arreó un puñetazo en el pecho. Un joven tronco de la incipiente banda, Santos Cerdán, se lo recomienda a Ábalos. Y Ábalos encuentra en «Koldo» no sólo la seguridad sino la inteligencia estratégica. «Koldo» acompaña a Ábalos a recoger las maletas de la ladrona y cómplice del criminal Maduro, maletas que desaparecen por arte de magia y de las cuales el ministro del Interior no se ocupa ni se preocupa. Y pasa de gorila de Ábalos a consejero de la RENFE, siendo su jefe ministro de Transportes. Con la pandemia y el arresto domiciliario que ilegalmente Sánchez impone a todos los españoles, «Koldo» vende mascarillas y se lleva una comisión fabulosa. Illa le hace rico. Y se dedica a comprar casas en Benidorm, actividad inmobiliaria que hace sospechar a la Guardia Civil. El alcalde socialista de León se niega a comprar las mascarillas defectuosas y caras de «Koldo», y éste acepta el rechazo con enorme elegancia. «No olvides que me quedan tres años para joderte vivo». «Koldo» es un antiguo «aizcolari», y Sánchez y la chica de los Chivite asisten a alguna de sus exhibiciones. En su primer libro escrito por Irene Lozano, Sánchez le dedica un párrafo elogioso a «Koldo», que se especializa en guardar las espaldas y los posibles chanchullos del ministro Ábalos. Y éste, en recompensa a sus servicios, y a sabiendas de la gran experiencia de «Koldo» en el transporte ferroviario, le nombra consejero de RENFE. Negarle a «Koldobika» méritos ascendentes en su trayectoria profesional, es propio de envidiosos. Sucede que el futuro de «Koldo» peligra, porque una considerable parte del Gobierno de España, con su presunto presidente a la cabeza, se hallan en estado pringoso, y si Ábalos y «Koldo» sufren las consecuencias de sus actos y se sienten abandonados por los suyos, aquí puede arder Troya. Inesperadamente, Troya reaparece. Así lo escribió el poeta satírico colombiano Ricardo Carrasquilla

Se robaron una niña,
​Y como era linda joya,
​Hubo furibunda riña
​Y ahí se armó la de Troya.

A los votantes socialistas no les conmueve que España se disgregue. Tampoco que su presidente se haya apropiado de todos los poderes del Estado democrático. No les afecta, mientras cobren su paguita, los 45.000 millones de euros que vamos a pedir prestados para regalárselos a Mohamed VI. No les preocupa que el Tribunal Constitucional y la Fiscalía se hayan entregado al servicio del poder. Les divierte que haya etarras en el Congreso y el Senado, y que un delincuente –posiblemente inmerso en delitos de terrorismo–, sea el autor de la ley que le concede la amnistía. Pero lo de «Koldo» sí puede afectar sus orgullos. ¿Cómo ha podido medrar este pedazo de armario mucho más que yo? Y entonces, viene Troya. Y a Sánchez, «el de los pies ligeros», se lo puede cargar cualquier socialista bien remunerado, pero no tanto como «Koldo».

Si todavía queda algún productor de cine que se atreva a financiar una película que no tenga nada que ver con el franquismo, ahí tiene una historia maravillosa. Todo un Gobierno asustado por un tipo como «Koldo». Un buen guionista le sacaría partido, y por fin, los españoles haríamos colas en los cines para ver una película entretenida libremente, sin haberla financiado con nuestros impuestos.

«Koldo» es un personaje. Puede terminar con este Gobierno, siempre que no sobrevuelen sobre su futuro inconvenientes programados.

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