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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Para chulo, Ábalos

Por primera vez a Pedro Sánchez alguien del partido, de obediencia debida, le ha dicho que no; es verdad que no lo ha hecho en defensa de sus principios sino para evitarse el banquillo

Actualizada 01:30

Yo entiendo al José Luis Ábalos que se defendió ayer. Él, que ha hecho gran parte de los trabajos sucios de Pedro Sánchez, ahora resulta que es objeto de una jugarreta que el exministro hubiera firmado sin titubear: colocar a un cargo público como cortafuegos para que las llamas no le lleguen al jefe. Cuando el presidente del Gobierno le nombró su número dos en el PSOE y además titular del ministerio con más presupuesto del Gobierno, lo hacía a sabiendas de que el dirigente valenciano sería capaz de hacer cualquier cosa por la causa. Y así fue: hasta llegó a argumentar en la moción de censura de junio de 2018 que un presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que no había sido condenado por ningún caso de corrupción, tenía que dejar el poder por corrupción. Un artista, este Ábalos. Así que José Luis ha dicho aquello de que «cuando seas padre, comerás huevo». Y el mismo Ábalos que hizo todo por la causa también es capaz de hacer cualquier cosa contra la causa: si la causa consiste en que te lleves los golpes que deberían repartirse democráticamente media docena de compis. Koldo García Izaguirre, Santos Cerdán –el ojeador del portero de antros–, Francina Armengol, Ángel Víctor Torres, Salvador Illa y el sexto de la tarde: Pedro Sánchez. Ya lo dijo ayer el nuevo diputado del grupo mixto en su comparecencia: se enfrenta a todo el poder político. Él formó parte de él cuando lo usó contra otros.

Con 64 años y cinco hijos con sus consiguientes pensiones, el exministro ha constatado, en una reunión que mantuvo el domingo con Santos Cerdán, que no pueden meterle en ningún lado y sus ingresos se esfuman. Le han dicho que, ya que no puede ir de europarlamentario como le habían prometido, le darán una «solución personal», que estudia el presidente. Pero nadie como el «fontanero» Ábalos para saber que, si te matan civilmente, no hay solución personal que valga. Así que, a otro perro con ese hueso, ha dicho. Suspendido cautelarmente de militancia, con un expediente abierto, ha decidido irse al grupo mixto donde, como poco, tiene un año y medio de tregua mientras el Supremo pide un suplicatorio al Congreso para juzgarle, si es que es imputado. Y en ese tiempo, los que ahora se esconden detrás de él probablemente hayan dejado de ser Gobierno de España. Lo peor es que tiene que aguantar en el mixto a Ione Belarra. Pero nada es perfecto.

Más allá de las derivadas judiciales que tenga este sucio asunto, del que solo se conoce la punta del iceberg, hay una novedad de gran trascendencia: por primera vez a Pedro Sánchez alguien del partido, de obediencia debida, le ha dicho que no; es verdad que no lo ha hecho en defensa de sus principios sino para evitarse el banquillo. Pero políticamente se ha abierto una espita, que nadie se había atrevido a retirar. Ahora el líquido sale a borbotones. Ni Carmen Calvo cuando le cortó el cuello, ni Óscar López o Patxi López cuando se enfrentaron a él, ni Antonio Hernando cuando lo mandó a galeras por cambiar de postura sobre el «no es no» a Rajoy. Nadie ha osado chistarle al Sumo Líder. Con él siempre funcionaba lo mismo: a callar, a purgar la traición al jefe, a veces en un balneario como Paradores en el caso de Óscar López, y luego ya vendría él con su benevolencia a rescatarlos. Ahora, a Sánchez le ha salido alguien más chulo que él. Y no me refiero a Óscar Puente ni a Puigdemont, que huele sangre fresca, mientras negocia en secreto con el gran padrino de Koldo, Santos Cerdán.

Compren palomitas.

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