La empresaria
Los resentidos se atreven a insinuar que ese rescate se consiguió, no por la autoridad empresarial de la transformadora de África, sino por su condición de esposa del presidente del Gobierno. Y en este punto, estallo de indignación
Tienen razón Chiqui Montero y Pachi López cuando afirman que una empresaria está obligada a reunirse con mucha gente. Hay personas que nacen empresarias, que la empresa corre por sus venas, y que en su actividad empresarial son convincentes. Un empresario no duda. Cuando la gran empresaria fue contratada por el Instituto de Empresa, escribí que el Instituto de Empresa buscaba algo más que el talento empresarial de Begoña Gómez. Y pasé por una época de incomprensión familiar y de alejamiento de muchos amigos, que consideraban que la contratación de la empresaria –casualmente, esposa del presidente del Gobierno– fue un acierto rotundo. Tan sólo me extrañó que todo se mantuviera en secreto, especialmente las condiciones de la contratación. Apenas cinco personas del IE sabían los detalles laborales del gran fichaje. Al menos, tuvieron la amabilidad de informarnos que su cometido no era otro que ocuparse de África. Trabajar para África, así en general, tiene mucho mérito. Pero el mérito fundamental estuvo en la visión, en el riesgo de ofrecer el desarrollo humano y económico de África a una persona sin experiencia. Ellos, los cinco grandes empresarios, supieron ver en doña Begoña a la empresaria eficaz y brillante ejecutiva que el resto de la humanidad no pudo intuir. Y se ocupó de África, y triunfó plenamente en su ocupación, porque África, desde que doña Begoña se ocupó de su desarrollo, es otra África, y a las pruebas me remito, en espera de que las pruebas me sean facilitadas, claro está.
No obstante, tuvo tiempo para extender su labor empresarial a otros sectores. Se adentró en la gastronomía «sostenible». Guardo el vídeo de su alocución sorprendente, propia de una empresaria con ilimitada capacidad de diversificar sus aptitudes. «Tu restaurante, ¿qué hace?» Repitió la pregunta clave en varios tramos de su intervención. Nos dijo que un restaurante no se puede dedicar exclusivamente a dar comidas. Su obligación –se trató de un curso-taller presidido por ella– «es educar al cliente invitándolo a consumir comida sana con productos ecológicos de proximidad». Y me convenció. Desde aquella revelación empresarial, siempre que acudo a un restaurante pregunto a su propietario: ¿usted se limita a dar comidas, o ha optado por educarme con productos ecológicos de proximidad? Y si me responde que lo segundo, me considero indigno de permanecer en ese restaurante, me levanto, me voy, y acudo a otro local más acorde con mi baja condición social. «Aquí damos comida, y muy buena», y en tal caso, me quedo.
De ahí, y amparada por su empresa y la Universidad Complutense, la empresaria se dedicó a organizar cursos. Y le fue bien. Y de África, la gastronomía y los cursos universitarios, entendió que su trabajo empresarial podía extenderse a la aeronáutica. Pasaba por una época económicamente melancólica Air Europa, y la empresaria se reunió con el hijo del fundador de la línea aérea y un amigo de Koldo. Y consiguió que el Gobierno aprobara un rescate de 516 millones de euros a la compañía aérea. Un rescate inmediato, lo que da a entender la calidad empresarial de doña Begoña. Y ahora, los de siempre, los envidiosos, los resentidos, se atreven a insinuar que ese rescate se consiguió, no por la autoridad empresarial de la transformadora de África, sino por su condición de esposa del presidente del Gobierno. Y en este punto, estallo de indignación.
Pero, ¿esta gente qué se habrá creído?
Se han inventado que tiene intereses en negocios marroquíes. Les pregunto: ¿dónde está Marruecos? En África. ¿Qué tiene de malo o sospechoso que una empresaria, cuyo primer trabajo en el IE, fue el de ocuparse de África, tenga intereses en un país africano? Otra cosa es que los negocios los hubiera creado y desarrollado en Indonesia, que no está en África, o en Islandia, que tampoco está en África. Ganas de enredar.
Esta mujer es empresaria. Lo demostró en el IE, y en sus cursos universitarios. Y una mujer empresaria, como bien dicen Chiqui Montero y Pachi López, se tiene que reunir con mucha gente.
Marta Ortega, Ana Botín, y demás empresarias, también se reúnen con mucha gente y nadie critica sus reuniones.
Todo muy injusto.