La plaza de España
Si el señor alcalde no tiene dinero para conservar una de las plazas más visitadas de Sevilla, lo que tiene que hacer es administrar con mejores criterios las arcas municipales, el dinero de los contribuyentes sevillanos y dejarse de tonterías
La monumental Plaza de España de Sevilla fue inaugurada por el Rey Alfonso XIII en 1929. Se trata de un conjunto grandioso, tan visitado por los turistas como la Giralda, la catedral y los reales alcázares. Joya arquitectónica de la Exposición Iberoamericana celebrada en aquel año. Orgullo del parque de María Luisa. En ella se ubica la sede la Capitanía General. En 1962, la Capitanía General de la Segunda Región Militar accedió a que se convirtiera para la ficción en el cuartel general del Ejército Colonial británico en El Cairo en la película de David Lean, Lawrence de Arabia. Al finalizar el rodaje, la productora la devolvió en perfecto estado de revista. No intervinieron en su rodaje ni Almodóvar, ni los Bardem, ni Penélope Cruz ni actores del cine español, que en aquellos tiempos era infinitamente mejor que el de nuestros días y se producía libremente, sin agujerear los bolsillos de los contribuyentes. Sus protagonistas fueron interpretados por actores del montón. Peter O´Toole, Sir Alec Guinness, Omar Sharif, Jack Hawkins, Anthony Quinn y José Ferrer, entre otros actores secundarios. Una buena parte de los exteriores se rodó en la provincia de Almería. Formidable película sin Franco, la Guardia Civil y los bondadosos «maquis» de protagonistas. No habría ganado ningún Goya.
El actual alcalde de Sevilla, el popular José Luis Sanz, ha tenido una gran idea. Cobrar a los españoles no sevillanos y a los turistas, por acceder a la plaza de España. Es decir, convertir un espacio público en un negocio para el Ayuntamiento. Ha declarado el señor alcalde que el dinero recaudado se invertirá en su conservación, y para dotar de «buenismo sostenible» a su proyecto, que se establecerán diferentes talleres. Talleres de no se sabe qué, si talleres para reparar neumáticos en mal estado, si talleres de confección de vestidos de gitana para la Feria, si talleres de cerámica, o si talleres de objetos taurinos para que los turistas y los españoles no sevillanos puedan adquirir, después de pagar la entrada, muletas, capotes y banderillas. Permítame el señor alcalde de Sevilla que muestre mi disconformidad con su necia idea. Como ciudadano español no estoy dispuesto a pagar ni un euro para pasear, sentarme o leer el periódico en un banco de una plaza sevillana. Una plaza pública no es un museo, ni una catedral, ni un monumento concreto que se financia con el abono de una entrada. Para el señor alcalde Sanz Ruiz, la humanidad se divide en dos categorías. Los sevillanos y las sobras de los que habitan este conflictivo planeta, con el resto de los españoles inmersos en el segundo grupo. Si el señor alcalde no tiene dinero para conservar una de las plazas más visitadas de Sevilla, lo que tiene que hacer es administrar con mejores criterios las arcas municipales, el dinero de los contribuyentes sevillanos y dejarse de tonterías. Por otra parte, dudo que su proyecto sea legal, y por ende, viable.
La plaza de España, obra cumbre del gran arquitecto Aníbal González, pertenece en su totalidad, por este orden, a los sevillanos, al resto de los españoles y a los visitantes foráneos que desean guardar en su memoria la grandeza de su recinto. El mismo derecho –ninguno– tiene el alcalde de Sevilla de imponer esa delirante bobada, que el alcalde de Madrid de cobrar entrada a los visitantes de la plaza de Oriente que no se sientan monárquicos. Más celo en la administración y menos majaderías, señor alcalde.
El día que se establezcan esas desdichadas taquillas de entrada, viajaré a Sevilla, y a ver quién es el guapo que me impide pasear por la plaza de España. Es lo que pasa en nuestro liante sistema. Que empezamos por un Koldo, y los políticos se creen que todo es jauja.
Le dedico al señor alcalde un educado y enérgico corte de mangas.