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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Venecia sin ti, Bolaños

De reconciliación, nada de nada. De lo que hablamos es de pura aritmética para que Pedro siga en Moncloa; con permiso de Koldo, Ábalos y Francina

Actualizada 01:30

La Comisión de Venecia no es el oráculo de Delfos ni sus dictámenes son vinculantes. Pero es un buen termómetro para medir la temperatura de los Estados de Derecho. Este fin de semana se ha producido un hecho nada asombroso –es marca de la casa– pero sí indiciario de cómo Pedro Sánchez se empeña siempre en que la realidad no le arruine sus malas noticias. Las tiene a puñados estos días, así que para conjurar sus efectos se decidió a enviar el viernes a su prensa amiga un borrador del documento que prepara la citada comisión, que nos visitó hace semanas como si fueran los hombres de negro o los Cazafantasmas en góndola, para que los periodistas al dictado titularan que los de Venecia creían que la amnistía era una solución muy buena, la mejor manera de aquietar a Cataluña frente al malvado Estado español.

El primer agujero en la versión gubernamental es que no hay todavía documento definitivo y lo único que se maneja por el momento es un boceto que quizá termine siendo la última palabra de la Comisión; pero habrá que esperar para saberlo. El segundo es que no es cierto que identifique a esa ley de impunidad con un bálsamo de fierabrás que curará los males territoriales de España. En absoluto. La Comisión primero no cierra la puerta a que sea una norma inconstitucional, por lo que requerirá una reforma de la Carta Magna, además critica que se haya tramitado con carácter de urgencia y sin abrir el suficiente debate social ni someterla al dictamen de los organismos consultivos y, finalmente y esto es lo mollar, recuerda que ese tipo de medidas de gracia solo son legítimas si garantizan la unidad nacional y ayudan a cerrar heridas. Y lo más desternillante es que los costaleros de Sánchez no tardan nunca en dejar al descubierto su mendacidad: poco después de que la trompetería mediática «adelantara» el texto, Puigdemont y compañía volvieron a insistir en que «la declaración de independencia de 2017 es válida».

Palabras que se suman a la iniciativa de Aragonés de que en los próximos meses presentará a Sánchez la propuesta de un referéndum «por las buenas», sin descartar que se vuelva a convocar «por las malas». Y como guinda, el candidato del PNV que se estrenará el 21 de abril, un tal Imanol Pradales, se apunta a reclamar la independencia del País Vasco. Así que, de reconciliación, nada de nada. De lo que hablamos es de pura aritmética para que Pedro siga en Moncloa; con permiso de Koldo, Ábalos y Francina.

Bolaños se unió a la fanfarria para decir que «es una herramienta para la reconciliación. Cumple con los estándares internacionales y es impecable y positiva». Una infamia más del todoministro de Sánchez, que no dice una verdad ni cuando se equivoca. El borrador deja claro que la amnistía resultaría inútil para la convivencia y el apaciguamiento, sobre todo porque los beneficiarios son unos delincuentes que, lejos de arrepentirse, insisten en continuar con el desafío a la integridad de España. «Cuanto más radicales sean las amnistías más legítimo debe ser el objetivo», añade la Comisión. O sea, todo lo contrario de lo que ocurre con la proposición que se negocia en Waterloo. Y sentencia este organismo internacional: «La ley ha creado una división profunda y virulenta en la clase política, en las instituciones, en el poder judicial, en el mundo académico y, sobre todo, en la sociedad española».

Así que ni es documento, que es borrador, ni es constitucional, ya que requiere una reforma, ni consagra la idea del Gobierno, sino que cuestiona el objetivo que oficialmente persigue. Vamos, que no le ha servido a la propaganda sanchista para neutralizar los idus de marzo que no han hecho más que comenzar con un exministro sentado en el grupo mixto y una presidenta del Congreso tocada de muerte.

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