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DivisaderoAntonio Pérez Henares

Sánchez, el depredador del PSOE

Los actos, mentiras, traiciones y rendiciones de Sánchez lo convierten en un verdadero exterminador, en un depredador de su propio partido. Para sobrevivir él, lo está esquilmando y poniendo en el más grave peligro

Actualizada 01:30

Pedro Sánchez duerme en Moncloa y, a las órdenes de los separatistas y los herederos de ETA, mantiene el poder, pero el PSOE ha perdido España. Sánchez se ha convertido en el depredador más letal de su propio partido, que corre el riesgo de entrar, en algunos territorios, en peligro de extinción.

No es el daño mayor, desde luego, que está causando. Ese es el que está haciendo a nuestra Nación, a sus ciudadanos, a su convivencia, a todas las instituciones a las que está degradando y a todos los Poderes del Estado a los que pretende controlar y anular para imponer su autoritarismo cada vez más escorado y pisando la raya de la separación de poderes que la democracia tiene como norma que debe existir.

Pero la herida toxica que está infligiendo al socialismo es algo que ha de tenerse en cuenta también, aunque entre los propios afectados aún haya muchos que opten por adoptar la reacción de los tres monos tapándose con las manos, ojos, oídos y boca. O sea, no querer ver la evidencia, no querer escuchar los engaños y mentiras y no atreverse a hablar. Sánchez está acabando por un lado con los pilares y principios esenciales de la socialdemocracia y con lo que el socialismo ha representado para España durante todo el siglo XX y que comenzó a desfigurarse con la irrupción de Zapatero y que después Sánchez, ahora íntimamente encolerado con él, está enterrando para abrazar doctrinarios cada vez más autoritarios, populistas, extremistas, bolivarianos y bananeros, en un puzle de muy difícil digestión si se quisiera por parte de los afectados hacer lo que se niegan o temen hacer: ver, oír y hablar.

Internamente Sánchez ha convertido al partido, tras su triunfo en las primarias, en una organización caudillista y vertical donde el único poder es él y todos los demás emanan y están sometidos al suyo personal. Los órganos internos del PSOE están en trance de superar al «Centralismo Democrático» de los Comités Centrales de los Partidos Comunistas hasta llegar a retrotraerse al Komintern y aquellas votaciones a la «búlgara», donde nadie osaba votar contra el amado líder y donde hasta la abstención suponía ser arrojado a las tinieblas exteriores. De hecho, también empieza a aflorar una sorprendente semejanza de las disciplinas aplicadas con las purgas de los caídos en desgracia de cuando papaíto Stalin, con el diferente trato que se otorga a unos u otros, dependiendo de la cercanía y la oportunidad, por ejemplo si te llamas Ábalos o te llamas Armengol.

Eso se cuece por dentro pero lo que le está sucediendo a la organización en su implantación territorial y su desempeño electoral es mucho más visible y amenazador. Sánchez tiene sujetos y entregados a sus parlamentarios nacionales pues todos los ha puesto él y muchos son despeñados de cargos municipales y autonómicos que le deben el sueldo. Tampoco hay fisuras ni puede haberlas en él gobierno designado, viene de dedo, por él ni en los coleguis de Yolanda, que también, ni en las docenas de miles de cargos a las que ya solo les queda este lugar donde pastar. Perdió las elecciones pero sujetó, vendiéndose él y vendiéndonos a todos, el poder central. Pero ahí prácticamente acaba todo el poder, y con permiso de Puigdemont, que el PSOE tiene ahora. Del que tuvo en autonomías y grandes ciudades, este es el más raquítico de toda su historia: le quedan dos uniprovinciales, Asturias y Navarra, para lo que hubo de entregar Pamplona a Bildu y expulsar de allí, en eso persevera Marlaska, a la Guardia Civil y Castilla-La Mancha, por obra y gracia de García Page que es, precisamente, el único que al menos se atreve a rechistar. Todo el resto, autonomías y ciudades, se ha ido perdiendo y el PSOE cayendo en la mayor depresión. El caso de Andalucía resulta estremecedor pero no es mejor la situación en otros lugares que eran graneros y reservorios. Hoy no les queda ni una almena. Y lejos de pintar a mejor a lo que pinta es a peor. Lo sucedido en Galicia ha provocado una gran conmoción y sembrado el temor. De hecho hay quienes afirman que esa catástrofe, unida al estallido del caso de corrupción que le está llegando ya a la propia alcoba, hizo que se envainara de inmediato el falsete farolillo que pretendió echarle a Puigdemont de convocar elecciones y donde acabó por entregarle hasta la hijuela y el reloj.

Pero la nube que se cierne sobre el PSOE aún da más pavor. Las elecciones vascas pueden situarlos en una posición endiablada pero lo que amenazan las europeas, con las encuestas a doce puntos del PP que llega al 40 %, puede pasar de tormenta a huracán Y eso que el bajón se frena un poco por la deconstrucción de esa tortilla para la cual Yolanda Díaz rompió tantos huevos, que no solo no cuaja sino que esta demostrando que de cocinar sabe menos que de planchar y que sus verborreas ya no tapan su ineptitud, su ambición y que lo único que de verdad se le da bien es traicionar. Pero ni con eso le vale al PSOE.

Los actos, mentiras, traiciones y rendiciones de Sánchez lo convierten en un verdadero exterminador, en un depredador de su propio partido. Para sobrevivir él, lo está esquilmando y poniendo en el más grave peligro. Además de haberle hecho perder su identidad y hasta razón de ser, de perder todavía más de lo perdido y no tener posibilidad alguna de recuperación. El es su peor lastre quien les deja sin respiración. Muchos aún le aclaman. Otros, me malicio, empiezan a comprender que está dispuesto a venderlos, más o menos es lo que hizo en Galicia, a ellos también. Las europeas pueden hacerles comprender que seguir haciendo la del mono no es la solución.

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