Milagros de la autócrata consorte
Por arte de birlibirloque, ha logrado encauzar hacia ellos unos fondos que tenían por objeto compensar la época de vacas flaquísimas, de esqueletos de vaca, que fue la pandemia
Su firma es mano de santo; su mera invocación, hacer saber que cuentas con su agrado, envía un latigazo al espinazo del cargazo. Caen fulminados y solo pueden asentir. Desde Evita Perón no se veía fenómeno igual. Ahora todos esos cargazos, más los carguetes y los carguillos, saben empíricamente que el autócrata no se ausenta de los Consejos de Ministros a la hora de regalar a los recomendados las morteradas que regala. A costa de una deuda que pagarán sus nietos, lector, pero para los avalados, apadrinados, elevados o promovidos por la autócrata consorte, es ella y solo ella la benefactora. Es ella la causa eficiente de su repentino enriquecimiento. No me extraña que la hayan idealizado. En los círculos del dinero más dados al chollete y al capitalismo de amiguetes (que coincide con el socialismo de amiguetes), es la autócrata consorte en persona, con su sola bendición, la que les ha sacado del pozo de su mala gestión y, por arte de birlibirloque, ha logrado encauzar hacia ellos unos fondos que tenían por objeto compensar la época de vacas flaquísimas, de esqueletos de vaca, que fue la pandemia.
¿Saben cómo lo hizo Trump, genio al que los tontos toman por tonto? Envió un cheque a cada comerciante, dueño de taller, de bar, a cada empresario pequeño y mediano. Sin necesidad de pedir nada, sin trámites. Lo contrario que hizo aquí Sánchez, mentecato con ínfulas cuya inesperada maldad tomaron los tontos por listeza. Aquí se ha desaprovechado el 90 por ciento de los fondos europeos que debían ayudar a las pymes a superar las consecuencias económicas de la pandemia. Muchas ya no respiraban. Las pymes vivas, que siguen constituyendo la práctica totalidad del tejido empresarial español, no han sabido ni podido enfrentarse al laberinto burocrático y kafkiano que supuestamente conduce a una ayuda. Insisto: en EEUU todas las pymes recibieron un cheque sin necesidad de gestión alguna. Insisto: aquí las dificultades son tantas que las ayudas, en un 90 por ciento, se han malogrado. Ya sé que mis lectores habituales no necesitan que les repitan las cosas; lo hago por el troll al que han puesto a insultarme a diario aquí abajo. Lo sé tardo, pobre diablo.
En contraste con las desamparadas pymes, unas pocas empresas, unos pocos espabilados con sociedades, apostaron bien y colocaron su ficha sobre la casilla de Begoña. Las ganancias fueron espectaculares. El prestigio del IE se fue al carajo, pero el balance debe ser bueno. La imagen de la Complutense ya venía tocada, y tampoco extrañó mucho la gañanada de hacer directora de cátedra a una señora sin licenciatura. Pero entre eso y la moto africana, las señales de disponibilidad estaban enviadas. Si alguien creyó que el autócrata no tendría los dídimos de soltarle la pasta a los socios, clientes y amigos de la consorte sin disimular, es que todavía no comprende la naturaleza del sanchismo: se trata de robarte y traicionarte mientras te lo dice a la cara: «Estoy robándote y traicionándote, gilipollas».