Mi tía meme
Si Sánchez valora el tiempo por delante como contrapeso a las agobiantes noticias que seguirán publicándose, se mantendrá en el poder
Que me perdone allá donde se halle.
Cuando escribía en el ABC dirigido por Luis María Anson, aún establecido en el viejo edificio de la calle de Serrano, gustaba el gran Director de organizar una cenas, las del «Español del Mes» y la del «Español del Año» a las que, con frecuencia, era invitado. Cenas divertidas, con actrices muy guapas y todas esas cosas. Anson descargaba la responsabilidad de la elección del premiado en «la Redacción de ABC Y Blanco y Negro», cuando, en realidad, la Redacción de ABC y la de Blanco y Negro, no eran consultadas para nada. De haber sido consultadas, jamás se habría elegido «Español del Año» a Jordi Pujol, que ya dejaba asomar sus intenciones. Y sucedió en una celebración del «Español del Mes», con Pedro Almodóvar de agasajado.
Que me perdone allá donde se halle.
Asistí al acto. Y cuando fui presentado al director de cine manchego, casi sufro un desvanecimiento. Era idéntico a mi tía Meme, del Puerto de Santa María. Mi tía Meme, a la que llamábamos en la familia «bicho bola» había fallecido unos meses atrás, y encontrármela en ABC se me antojó milagroso y pavoroso en extremo, pero simultáneamente me emocionó el acto de homenaje organizado por mi entonces periódico, y del que guardo tan buen recuerdo como gratitud, a mi difunta y resucitada tía de El Puerto. La tía Meme recibió el premio, agradeció la distinción, y zollipeó con transitorio enternecimiento. Cuando supe que no se trataba de mi tía Meme, Almodóvar me produjo una deshabitada impresión.
Panamá aparte, Almodóvar está reconocido como un buen director cinematográfico. No entro en subvenciones porque ignoro sus cuentas, pero negarle el éxito y la sobrevaloración de su obra entraría en el páramo de la injusticia. Es hombre emotivo, y ha declarado que, al leer la carta de Sánchez a la ciudadanía, se puso a llorar como un niño. «Es un ser roto. No existe ser humano que resista lo que el más resistente de nuestros presidentes ha estado sufriendo». Creo que hay diáfana belleza en sus palabras. Lo que quizá ignora Almodóvar es que, con anterioridad a escribir esa carta a la ciudadanía que le hizo llorar como un niño, el PSOE ya tenía contratados los autobuses para trasladar a miles de socialistas a Madrid con el fin de hinchar una manifestación improvisada de protesta por el posible empapelamiento judicial de la esposa de Sánchez, de la que Sánchez se reconoce profundamente enamorado en varias ocasiones, y me parece muy bien.
Aprovechando las infantiles lágrimas de Almodóvar, cinco periodistas reconocidos como «independientes», han escrito un texto al que se han sumado centenares de compañeros de profesión. El texto ha sido redactado por la grácil y centrada Silvia Inchaurrondo, la locuaz Maruja Torres, la simpática Ana Pardo de Vera, la antigua jefa de prensa de Fraga Iribarne, Rosa Villacastín, y el periodista Jesús Maraña, de conocida pulcritud. Pero la reacción más humana, afligida y ardiente, ha sido, sin dejar espacio para la duda, las lágrimas derramadas por Pedro Almodóvar al leer esa carta que nada tiene de emocionante. Además de un tostón, es una estrategia, una mentira más, y un bodrio.
Virgilio, el gran poeta latino inventor de la metáfora, se refería a las lágrimas como «el río amargo de la despedida». No es el caso, porque Sánchez no tiene intención alguna de despedirse. Está valorando en sus mini vacaciones pagadas por todos los españoles, el nivel de las informaciones que tiene en sus manos, y cuenta con el apoyo de Lula, Maduro, Petro, y la Organización Palestina. No está sólo en su sufrimiento.
Su carta ha servido para que la prensa internacional use de la voz «corrupción» en los titulares de sus medios, lo cual es logro de muy reducido éxito. Si Sánchez valora el tiempo por delante como contrapeso a las agobiantes noticias que seguirán publicándose, se mantendrá en el poder. Antes de escribir o que le fuera escrita por otros el rollo de su carta, ya estaban los autobuses contratados. Almodóvar tiene sobrados motivos para consolarse.
Y mi tía Meme, allá donde se halle, que me perdone.