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El puntalAntonio Jiménez

¿Y las explicaciones sobre Begoña para cuándo?

Parece evidente que Sánchez no quiere oír, ni leer nada que cuestione su gestión política o informe sobre el proceder de su mujer y trata de contrarrestarlo con cortinas de humo

Actualizada 01:30

De Umberto Eco, como es sabido, extrajo para su primera epístola dirigida a incautos e ignorantes el término «máquina del fango», acuñado por el escritor italiano en su ensayo Número Zero para desacreditar, por supuestamente falsas y difamatorias, las informaciones contra su persona y su esposa.

No dijo, sin embargo, que el mismo Umberto Eco le había proporcionado la coartada necesaria para justificar la publicación de esa misiva y el relato posterior con el que sostiene su ofensiva contra medios y jueces: convertirlos en enemigos.

El citado Umberto Eco sostiene que para un político populista es «tan importante disponer un buen enemigo que cuando éste no existe, es preciso fabricarlo». Y eso es lo que ha hecho Sánchez: ha inventado y fabricado a los enemigos que le estorban e incomodan su presidencia de Gobierno señalando a la prensa desafecta a su gestión y a los jueces que actúan acordes con la Constitución y el Código Penal, para amordazarlos y silenciarlos.

Ha ideado, en suma, una ficción con la que intenta tapar las sospechas de corrupción o de prácticas poco éticas y estéticas de su entorno inmediato. Otra impostura más de quien ha hecho de la mentira y del cálculo político su conducta habitual de comportamiento para mantenerse en el poder.

Nunca tuvo intención alguna de dejar la Moncloa y por tanto no necesitó ni uno ni cinco días de reflexión. En cambio sí hay una clara estrategia, puro cálculo político, sustentada en un montaje populista copiado a Cristina Kirchner, apelando al victimismo y al respaldo de los suyos frente a una ficticia persecución mediática y judicial, para no dar explicaciones y acreditar la actual ofensiva del gobierno y sus socios contra los medios críticos y los jueces.

En España el único golpismo existente no es judicial ni mediático, sino el que el propio Sánchez viene perpetrando lenta e inexorablemente desde hace cinco años ocupando y controlando instituciones y organismos públicos que pervierten la democracia hasta asimilarla con un régimen populista iliberal, sin prensa crítica y jueces independientes.

La censura que pretende imponer coartando la libertad de información con la excusa de esa imaginaria máquina del fango que publica supuestas noticias falsas y bulos tiene como único objetivo ocultar , enmascarar, sus políticas de confrontación y división social además de la corrupción de su partido y de su entorno inmediato.

Un demócrata convencido, no Sánchez evidentemente dado su comportamiento, jamás renegaría de la cita atribuida a Voltaire: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida, si es necesario, tu derecho a expresarlo». Y tampoco discreparía con sus actos y palabras de George Orwell («la libertad de expresión es decir aquello que la gente no quiere oír») o de Noam Chomsky («si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada»).

Parece evidente que Sánchez no quiere oír, ni leer nada que cuestione su gestión política o informe sobre el proceder de su mujer y trata de contrarrestarlo con cortinas de humo sustentadas en una irreal y peligrosa internacional ultraderechista integrada por la oposición en connivencia con periodistas y jueces que difaman y practican lawfare, cuando lo cierto es que en España no hay más máquina de fango y odio que la que él puso en funcionamiento levantando un muro contra esa mitad de los españoles que rechazamos sus políticas infames y mentirosas, favorables al golpismo independentista y a los herederos de ETA.

Su impostada estrategia no impedirá, sin embargo, que más pronto que tarde comparezca y dé explicaciones en el Congreso o Senado, al margen de lo que se sustancie judicialmente, sobre lo único que le preocupa e intenta ocultar y maquillar con «performances» populistas como la del amago de dimisión: los negocios de Begoña Gómez a la sombra y amparo de Moncloa con empresas y empresarios directamente relacionados con su actividad profesional al frente de la cuestionada cátedra de la Universidad Complutense o del Máster del Instituto de Empresa y que se vieron beneficiados con subvenciones, ayudas y contratos públicos librados por el Gobierno presidido por su marido.

Ese es el bosque que pretende tapar Sánchez con los árboles de la máquina del fango y los pseudomedios, un término casualmente utilizado sólo por políticos autócratas o populistas como Maduro, Bolsonaro, Orban, Trump y ahora también él mismo para desacreditar las informaciones críticas y contrarias a sus gobiernos.

En otros países no se concibe lo de Begoña Gómez y menos en el Reino Unido que se le habría echado encima, dice Miriam González esposa de Nick Clegg, ex vice primer ministro británico en la etapa de David Camerón. En España, el servil comando mediático «Intxaurrondo», integrante del equipo olímpico «sanchista» de opinión sincronizada, y el entramado Frankenstein no sólo no lo conciben sino que tildan de golpistas a quienes lo cuestionan. Demostración empírica del grado de miseria política y moral en el que ha caído nuestra democracia.

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