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30 de junio de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Begoña y David, qué par de cuñados

En el sanchismo no se persigue al delincuente, se persigue a los periodistas que investigan al delincuente. Por eso, de tanto en tanto, conviene batallar contra la emoción que ahora domina nuestra vida pública: la amnesia

Actualizada 01:30

Pedro Sánchez cree estar en las dictaduras latinoamericanas, donde a la familia del autócrata no solo no se la toca, sino que se castiga al que ose denunciarla. Los Kirchner, los Ortega y los Castro son el modelo. Ahí tenemos a la esposísima del jefe del Ejecutivo, imputada por tráfico de influencias y corrupción en negocios privados, reprendiendo al instructor, sin que su señor marido haya dado una sola explicación ni, por supuesto, dimitido. Y luego está un desahogado miembro de esa familia, cuñado de Begoña Gómez y hermano de Su Sanchidad, que se ha labrado una carrera al calor del régimen socialista y hasta ha hecho sus pinitos como espabilado fiscal, obviando tributar en el país que su hermano ha convertido en la Arcadia Feliz.

En el sanchismo no se persigue al delincuente, se persigue a los periodistas que investigan al delincuente. Por eso, de tanto en tanto, conviene batallar contra la emoción que ahora domina nuestra vida pública: la amnesia. Para ser feliz, dice el psiquiatra Enrique Rojas, hay que tener buena salud y mala memoria. Por eso, en el sanchismo la memoria está proscrita en favor de las trolas, los cambios de opinión y las cortinas de humo para silenciar al discrepante. En el Caribe son muy dados a olvidar y a tapar los enjuagues de sus gobernantes. En España, que llevamos ese camino, tenemos 17 millones de clases pasivas que han aumentado sus ingresos un 30 % y muchos de ellos creen que su bienestar depende de que olviden. Y Sánchez les suministra razones para la desmemoria: una Palestina por aquí, una ultraderecha por allá, un Milei por allí, una heroína llamada Begoña por acullá.

Es verdad que el escándalo de la cuñada no ha dejado demasiado espacio al no menos grave de David Azagra (Sánchez, en el DNI). El fraternal músico obtuvo un empleo público en Badajoz, mientras tributaba en Portugal para no pagar los confiscatorios impuestos de su hermanito y se ha hecho con un patrimonio millonario, en un ejercicio de ahorro digno de estudio en Harvard. En este mundo de desmemoria y casualidades, resulta que David vive en una localidad portuguesa que fue elegida también por Víctor Aldama (clave en el caso Koldo) para domiciliar fiscalmente alguna de sus sociedades. Por eso, el nuevo Barenboim está siendo investigado por malversación, tráfico de influencias y absentismo laboral en la Diputación de Badajoz, que le contrató y por donde no aparecía. Rápidamente, se corrió la voz y Sánchez chico y el también imputado Aldama supieron dónde esconder sus ahorros de la voracidad sanchista. No hay nada como el boca a boca.

Son cosas que pasan. Por eso, Azagra quedó a cenar hace poco con Cándido Conde-Pumpido, a la sazón presidente del TC, para hablar de sus cosas. A ambos les une el gusto por la música clásica, por el feminismo, la cultura woke, la búsqueda de la justicia fiscal redistributiva y el fichaje de Mbappé. Pensar que estuvieron charlando, durante esa agradable velada, de cómo aliviar al músico de las sospechas que la prensa independiente está poniendo sobre la mesa del Consejo de Ministros es propio de mentes calenturientas de la fachosfera. Hasta dónde hemos llegado.

Seguro que en los cafés se habló de la necesidad de arrimar el hombro con nuestros impuestos para pagar la sanidad y la escuela pública, de cómo el tribunal de garantías debería ser presidido por alguien que no hubiera arrastrado la toga por el polvo del camino para convertir en hombre de paz a un terrorista condenado y de cómo un ingreso de músico puede convertirse en una soldada a base de ahorrar como una hormiguita. Estoy por apostar a que brindaron al final del relajado encuentro por la unidad de España, su Rey y la concordia entre los españoles. Y mientras, seguro que en Moncloa la cuñada de David estudiaba para sacarse una licenciatura universitaria por la Complutense y escribía cien veces «la mujer del presidente no puede hacer negocios privados mientras viva de las arcas públicas». Todo en su sitio, pues.

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