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El puntalAntonio Jiménez

Todavía quedan jueces y fiscales en Berlín

No por ello, Álvaro García Ortiz, dejará de ser hasta el último momento ese fiscal de probada obediencia a Sánchez y que actúa, así lo refiere la oposición, como el ministro número 23 de su gobierno

Actualizada 01:30

Hay que remontarse a casi trescientos años para encontrarle sentido a una frase que desde entonces simboliza la independencia del poder judicial, de los jueces, frente al Ejecutivo,0 el poder político. La frase se sustenta en una leyenda protagonizada por Federico el Grande de Prusia y un humilde granjero cuyo molino se interponía en el paisaje y la vista que alcanzaba hasta Berlín, desde su residencia veraniega en el Palacio de Sanssouci en Potsdam.

El monarca derribó el molino y el granjero acudió a los tribunales que le dieron la razón en una sentencia condenatoria que obligaba al Rey a indemnizarle y a reconstruir su molino. La reacción de Federico el Grande al conocer el veredicto dista mucho, según la leyenda, de parecerse a la que se estila por estos predios políticos contaminados por el populismo de la izquierda y el separatismo.

Lejos de mostrase colérico e iracundo, apelar al «lawfare» y presentarse como la víctima de una justicia que actúa por motivos políticos, como hace cualquier Sánchez de pacotilla , exhibió dignidad y majestad real: «Veo con alegría que todavía quedan jueces en Berlín».

Fuera el Rey o el molinero quien celebrara alborozado el veredicto favorable tras constatar la existencia de una justicia independiente frente al poder administrativo y político, la anécdota, cierta o no, describe fielmente la firmeza de un juez comprometido con la ley que antepone su deber de hacer Justicia mientras ignora la importancia del justiciable y las presiones y amenazas que pudiera recibir desde el Gobierno.

Había jueces en Berlín, entonces, como todavía hay jueces y fiscales en España decididos a defender la aplicación del Código Penal y la Constitución frente a las arbitrariedades, caprichos, corruptelas e intereses políticos del poder.

Jueces y fiscales que junto a la prensa libre se han convertido en valladar de resistencia frente el acoso sin límite ni freno del «sanchismo», y, por tanto, en la última esperanza de muchos ciudadanos que vemos seriamente amenazadas la democracia y la libertad.

En contraste con la lección de dignidad y lealtad constitucional de esos jueces y fiscales que insisten en no aplicar la amnistía a malversadores, traidores al Estado y procesados por terrorismo, se exhibe en su descrédito el fiscal general, cuyo servilismo con Sánchez, rayano en lo ridículo e indecoroso como evidenció su ansia por saludarle y agradarle en la foto del escorzo en el Palacio Real, va camino de la inhabilitación en el Tribunal Supremo por los «whatsapp» del caso de la pareja de Ayuso.

No por ello, Álvaro García Ortiz, dejará de ser hasta el último momento ese fiscal de probada obediencia a Sánchez y que actúa, así lo refiere la oposición, como el ministro número 23 de su gobierno.

La cartera 24 también tiene dueño en la persona del presidente de un Tribunal Constitucional que usurpa la función del Supremo para borrar la corrupción socialista de los ERE en Andalucía, como acaba de hacer con Magdalena Álvarez , y que no interpreta la Constitución, sino que, como dice Javier Borrego, jurista de reconocido prestigio en España y la Unión Europea, «la recrea y reinventa asumiendo un papel de constituyente que no le corresponde en absoluto y con el que pierde toda credibilidad».

Lo hará con la amnistía como lo hizo antes cuando igualó un daño como el aborto con un derecho equiparable, a su vez, con el derecho a la vida y avalar ahora, para no contrariar al Gobierno, que una niña de 16 años pueda abortar sin el permiso de sus padres. Un permiso que, sin embargo y paradójicamente, le exige el colegio para salir de excursión.

El deterioro y descrédito de instituciones que deberían ser ejemplares y respetadas en un Estado democrático y de derecho es directamente proporcional al empeño de Sánchez por ocuparlas e instrumentalizarlas en su provecho como también está haciendo con el CIS del desvergonzado Tezanos.

De momento se libra el Consejo General del Poder Judicial , antesala del asalto al Tribunal Supremo que Sánchez persigue con vehemencia «chavista».

Una razón de más y de mucho peso para que Feijóo ponga pie en pared y rechace cualquier acuerdo de renovación que suponga dejar a Berlín sin jueces y fiscales y terminemos por preguntarnos como el « Zavalita» de Vargas Llosa en Conversaciones en la Catedral, «¿Cuándo se jodió el Perú, o sea España ?».

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