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Un mundo felizJaume Vives

Barbarie

El respeto por la vida del prójimo es tan escaso que, entrar en Twitter, asusta. Uno se encuentra demasiadas veces con imágenes de agresiones en las que hay tanta maldad que después cuesta seguir viviendo como si tal cosa

Actualizada 01:30

El día de San Juan pudimos comprobar por enésima vez cómo la barbarie se ha instalado en nuestras calles.

Degollamientos, presencia de fusiles AK-47, muertes a palos y agresiones en manada… Sabemos que siempre ha habido asesinatos y peleas. Y los seguirá habiendo. Pero también es cierto que antes existían unos códigos.

Una pelea tiene que ser proporcionada. A un hombre que está en el suelo no se le patea la cabeza, tampoco se le clava un puñal a una joven para robarle el bolso y el objetivo no es en ningún caso más sangre.

Pero ahora todo parece haber cambiado. Primero te clavan el cuchillo, te patean la cabeza, te disparan en el estómago y después, si se acuerdan, te roban el reloj y te piden un euro.

El alcalde de Girona, donde ha habido dos muertos por disparos de AK-47, dice que el barrio donde han ocurrido los hechos, La Font de la Pólvora, «no es el Bronx pero hace falta una intervención general y estructural». Pues claro que es el Bronx, y por eso necesita una intervención de urgencia. Pero no sólo ese barrio, también España entera y parte de Europa.

Hemos importado culturas que se recrean en la sangre, que no tienen ningún tipo de aprecio por la vida, que lo mismo les da rajar el asiento de una moto que el cuello de una persona y las consecuencias se nos hacen cada día más terriblemente evidentes.

Antes existía un respeto por los mayores. Ahora se les agrede para robarles el poco dinero que llevan encima. Y si hace falta se les empuja escaleras abajo porque eso es lo propio de la barbarie.

El respeto por la vida del prójimo es tan escaso que, entrar en Twitter, asusta. Uno se encuentra demasiadas veces con imágenes de agresiones en las que hay tanta maldad que después cuesta seguir viviendo como si tal cosa. Y no son imágenes de un país remoto, son imágenes de nuestras calles, donde, no hace tanto, los hombres se cubrían la cabeza y los jóvenes no tuteaban a los mayores.

Las culturas bárbaras y las drogas están convirtiendo la tierra de nuestros bisabuelos en un estercolero parecido cada vez más a una película de terror llena de psicópatas.

Desconozco si la situación tiene marcha atrás, y si llegará un momento en el que regresen los tirones de bolsos y desaparezcan las puñaladas de nuestras calles, pero lo que es evidente es que no podemos conformarnos con un mundo así. Y hay que poner todos los medios posibles para que los cuchillos permanezcan en las cocinas y los psicópatas entre rejas o en su país de origen.

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