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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Pasado el espejismo, vuelta a la satrapía

Solo en repúblicas bananeras muy desquiciadas se le cortan las alas al Senado metiendo una morcilla en una ley dedicada a otra cosa

Actualizada 09:23

Érase que se era una exótica república bananera, cuyo presidente, que gobernaba sin haber ganado las elecciones, arrastraba una marcada querencia por las formas propias de las satrapías. En el país imperaba un sistema parlamentario bicameral, con un Congreso, que cortaba el bacalao, y un Senado, que en realidad era como una suerte de cámara-spa y del que nadie se acordó demasiado durante mucho tiempo.

Pero un buen día, el partido opositor al presidente autoritario logró la mayoría absoluta en el Senado. Y entonces todos repararon en un detalle importante: la aparente cámara-balneario todavía conservaba una relevante potestad, la de vetar los objetivos de deuda y déficit, necesarios para avanzar en la aprobación de los presupuestos de la nación.

Resumiendo: el Senado, dominado ahora por la oposición, podía tocarle los pies al proyecto de sátrapa en sus presupuestos. ¿Y qué hizo el autócrata para evitar ese contratiempo propio de las añejas democracias? Pues muy fácil: aprovechando la aprobación de una ley que nada tenía que ver con las funciones de la Cámara Alta, el sátrapa introdujo una morcilla por la que el Senado se vio despojado de toda capacidad de control en la elaboración de las cuentas.

¡Qué chaladura! ¿Por qué nos cuenta esta fábula, si burradas de semejante calibre no ocurren jamás en ningún lugar de nuestro entorno? Pues lo contamos porque es exactamente lo que ha sucedido este jueves en el Reino de España, en apariencia una democracia reglada del primer mundo.

El PP había aprovechado su mayoría absoluta en el Senado para controlar a Sánchez y Montero en sus planes presupuestarios. Pero este juego de contrapoderes, elemental en cualquier democracia, no cabe en los parámetros de Mi Persona. Así que el líder supremo aplicó su famoso «os vais a enterar». Aprovechando la aprobación de una ley orgánica sobre paridad de sexos, introdujo con fórceps una morcilla para laminar los poderes del Senado. ¿Qué tiene que ver la paridad de sexos con el control de las cuentas públicas y con las atribuciones constitucionales de la Cámara Alta? Pues nada. Tiene que ver lo mismo que las investigaciones sobre edición genética con la Fiesta del Cocido de Lalín. Pero da igual. Aquí ya vale todo.

Sánchez I de Gómez maniata al Senado y le recorta sus atribuciones solo por una razón: el PP tiene ahora mayoría absoluta allí. ¿Es democrático? No ¿Es constitucional? No (excepto para Pumpido, que dirá que sí). Pero ya está hecho, por obra del mismo mandatario que ha puesto al TC a corregir las sentencias del Supremo para borrar el mayor escándalo de corrupción de su partido, o que mantiene a un militante del PSOE haciendo encuestas trucadas a cargo del erario público (ayer mismo fue multado).Un presidente que se aferra al cargo en lugar de dimitir de inmediato ante el oprobio de su mujer y su hermano, enfangados en tribunales por casos de corrupción trufados de favoritismo del propio presidente.

Sánchez es lo que es. No ha cambiado ni va a cambiar por el hecho de que haya aceptado un acuerdo razonable y templado para renovar el CGPJ (cesión que probablemente atiende a que Bruselas lo arrastró de una oreja a la mesa negociadora y que Sánchez ya pretende fumarse por boca de Bolaños). Pasado el espejismo del pacto de Bolaños y Pons, hay que volver a encarar la realidad: todo chanchullo es válido a cambio de un día más en la Moncloa. Y es que como soltó ayer Marisu Montero en frase antológica, el PSOE se ha cepillado las potestades económicas del Senado con una morcilla en la ley de paridad simplemente «porque era lo más rápido». Satrapía sin complejos.

(PD: Y otro día podríamos charlar sobre la mal llamada Ley de Paridad, que aplicando la clásica ley del péndulo ahora marginará a los hombres, pues si hay un 60 % de mujeres en un consejo, se considera paritario y chupi, pero si es al revés a favor de los varones, no. Curiosidades matemáticas del «progresismo»).

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