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HorizonteRamón Pérez-Maura

Migrantes son las bestias

Quien «migra» vuelve cada año al lugar del que salió. ¿Cree usted que estas personas que han logrado llegar a España -insular o peninsular- estos menas, piensan volver a su país de origen el próximo otoño? ¿Por qué dejamos que nos mienta hasta la COPE?

Actualizada 01:30

Hay algo que nos debe hacer reflexionar: cómo la izquierda se va apoderando del lenguaje y lo va tergiversando para que las cosas quieran decir algo diferente de lo que de verdad significan. Y lo malo es que la Real Academia Española, históricamente presta a recoger el lenguaje del común, acaba aprobando acepciones que nada tienen que ver con lo que un término significaba originalmente.

Recuerdo haber dado durante la pandemia de la covid una batalla, sobre el término «confinado». El 9 de abril de 2021, Viernes Santo, publiqué en ABC una columna titulada «En España no hay nadie confinado» y, entre otras cosas, decía en ella que «Cuando este Gobierno de la nación mencionó por primera vez «el confinamiento», la oposición o los medios de comunicación debíamos haber reaccionado, pero por dejadez o porque los iletrados abundan, se aceptó́ el término que es casi la antítesis de lo que hoy estamos padeciendo los españoles. Según el Diccionario de la Real Academia Española, confinamiento es la «pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto al de su domicilio». ¿Qué tiene esto que ver con lo que estamos sufriendo hoy en España? Confinados por el régimen de Franco en las Islas Canarias, principalmente en Fuerteventura, fueron –discúlpenme si olvido alguno– Fernando Álvarez de Miranda, Jaime Miralles, Jesús Barros de Lis, Joaquín Satrústegui, Íñigo Cavero, José Luis Ruiz-Navarro, Alfonso Prieto Prieto, Félix Pons Marqués y Joan Casals Thomas, condenados por haber participado en el «Contubernio de Múnich». Pero la mayoría de los miembros de este Gobierno ni sabe, ni le importa lo que fue el Contubernio. En fin, qué más quisiera yo en estos días que estar moviéndome libremente por Fuerteventura...»

«Los españoles hoy estamos recluidos, no confinados. El DRAE define «reclusión» como «encierro o prisión voluntaria o forzada». Eso es exactamente lo que padecemos en este momento. Un encierro forzado en nuestros domicilios. El problema es que el sustantivo con el que se nombra al que está recluido es «recluso». Y eso es políticamente muy inconveniente. Así́ que nos inventamos un nuevo significado para el confinamiento y tan contentos. Todo el monte es orégano.»

El domingo 10 de mayo de 2021, en su columna «Piedra de toque» de El País titulada «¿Confinados en una sociedad democrática?» Mario Vargas Llosa empezaba diciendo que «Sólo el periodista Ramón Pérez-Maura en un artículo publicado en ABC con el título «En España no hay nadie confinado» parece haber advertido una grave equivocación en este uso indebido de aquella palabra, aplicada a la reclusión que vive la población en España (...)» Que un premio Nobel de Literatura arranque su artículo dominical en el principal diario de la competencia hablando de tu artículo es un honor que no se logra muchas veces.

Huelga decir que a estas alturas y gracias a la agitación de este Gobierno, el significado original de confinamiento ha sido preterido y ahora tiene preferencia «Aislamiento temporal y generalmente impuesto a una población, una persona o un grupo por razones de salud o seguridad». Nada que ver con el original.

Vivimos en estos días, con tantos problemas de inmigración, el auge del término «migrantes» que ha sido asumido por todas partes, especialmente en la cadena radiofónica de la Conferencia Episcopal. Esta nueva acepción de «migrantes», políticamente correcta, es profundamente perversa. Las pobres personas que vienen a España en pateras no son «migrantes». Son inmigrantes. Los que migran son las bestias e imagino que no considerarán a esas pobres personas que se juegan la vida como bestias. Migran las aves y migran los ñus y tantas otras bestias que en primavera se van al norte en busca de climas más benignos y en otoño vuelven al sur buscando calor. Quien «migra» vuelve cada año al lugar del que salió. ¿Cree usted que estas personas que han logrado llegar a España -insular o peninsular- estos menas, piensan volver a su país de origen el próximo otoño? ¿Por qué dejamos que nos mienta hasta la COPE?

Los españoles deberíamos ser un país muy orgulloso de la inmigración. Durante décadas tuvimos millones de emigrantes españoles en Alemania, Francia, Suiza y en países hermanos como Venezuela y Argentina, entre muchos otros. Nunca tuvimos «migrantes». Tuvimos emigrantes que en esos países era inmigrantes que viajaban con papeles en regla a buscarse un puesto de trabajo y con el deseo de poder acumular un pequeño patrimonio -o no tan pequeño- que dentro de unos años les pudiera permitir volver a casa. Pero ese deseo de volver a tus raíces no les convertía en «migrantes». Seguían siendo inmigrantes. Y a nadie se le caía la cara de vergüenza por serlo, como pretende la izquierda española hogaño con tanto éxito.

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