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HorizonteRamón Pérez-Maura

La amenaza de la «extrema» derecha en Europa

La gran coalición es una fórmula válida en momentos de grave crisis. Pero cuando se convierte en fórmula estable de Gobierno e impide la alternancia, acaba generando el auge de los partidos llamados extremistas y que se convierten en alternativa

Actualizada 01:30

Realmente es muy sorprendente la reacción que se está dando en toda Europa al auge de partidos de la derecha a los que se clasifica con facilidad como de extrema derecha. El caso francés es verdaderamente paradigmático. Me cuesta entender por qué se produce la sorpresa general por el resultado del pasado domingo. Esto no ha sido un vuelco. Esto ha sido una marea que ha ido creciendo a la vista de todos. Y cuando en una democracia tan madura como la República Francesa la mayoría del electorado hace una apuesta clara como la del pasado domingo lo que no vale es decir que se han equivocado. Lo único aceptable por parte de quienes no están de acuerdo con el resultado es analizar por qué no han sabido contrarrestar un movimiento que lleva casi cuarenta años gestando su llegada al poder.

Como suele ser habitual, cuando la izquierda pierde las elecciones, se echa a la calle a denunciar el resultado. Y no hay nada más antidemocrático que denunciar unas elecciones limpias. El pasado domingo hubo choques de cierta gravedad. Hay muchos ejemplos en otros países. En España lo vimos cuando el PSOE perdió las elecciones en Andalucía, entre otros casos. Y ya sé que alguien responderá que lo mismo hizo Trump y eso es verdad. Pero yo sinceramente creo que Trump es una persona sin ninguna ideología más que la de mantenerse en el poder. Y no me insulten demasiado los que comentan mis artículos, pero en eso es idéntico a Pedro Sánchez.

Yo creo que la Agrupación Nacional ha logrado esta gran victoria en la primera vuelta de las legislativas porque Francia es hoy el enfermo de Europa. Macron se creía el inventor de una nueva política que sumó a su alrededor a todo el entorno del centro y se convirtió en el único baluarte contra la derecha y la izquierda populistas. A la luz está el resultado. Aun comiéndose todo el voto del centrismo francés y parte de la derecha y el socialismo tradicionales, tanto la Agrupación Nacional como el Nuevo Frente Popular lo han laminado.

Quienes pasamos algún tiempo cada año en Francia sabemos que es un país que no funciona. Los servicios son muy malos, la burocracia es infinita… falla de todo, desde los servicios regionales de autobuses hasta las farmacias o la asistencia médica por falta de profesionales.

Yo siempre recuerdo una conversación que mantuve con José María Aznar hace años en la que le pregunté cómo se había forjado su amistad con Tony Blair, siendo ambos de partidos opuestos. Y Aznar me dijo que a él lo que le importaba no era de dónde venía alguien sino a dónde iba. Y creo que ese es el criterio que debe aplicarse con la Agrupación Nacional de la actualidad que está lejos del Frente Nacional de Jean Marie Le Pen que restaba importancia al holocausto. A mí hay muchas cosas que no me gustan en Le Pen quien, aunque ha ido transformando el partido y no sólo en el nombre, sigue dándole un cierto aire de negocio familiar al colocar como candidato a primer ministro a un veinteañero célebre por su uso de las redes sociales y que no ha sido capaz de conseguir una licenciatura universitaria. Tampoco es mucho pedir. Pero eso sí, da la casualidad de que la pareja de Jordan Bardella es Nolwenn Olivier, hija de Marie-Caroline Le Pen, la hermana mayor de Marine. No paramos de mejorar.

Lo que yo veo es que Le Pen lleva a su partido a posiciones menos radicales, aunque su sintonía con Putin deba preocupar muchísimo. Pero mucho más preocupante es la deriva cada vez más extremista de Jean-Luc Melenchon. A su lado, Pablo Iglesias es un centrista descafeinado. Y, aún así, el presidente Macron ha decidido hacer en la segunda vuelta una alianza «republicana» con los hombres de Melenchon, un tipo profundamente antisemita y con un historial en materia de derechos humanos francamente cuestionable. ¿Eso es defender la República Francesa? ¿Eso es la democracia?

Esto me lleva a una reflexión similar sobre las consecuencias de las últimas elecciones europeas. El hecho más relevante de las mismas fue el auge de los partidos a la derecha del Partido Popular Europeo. En lugar de sentarse a analizar por qué se produjo ese incremento por fuera de los tres partidos que comparten las presidencias del Consejo y de la Comisión y el Alto Representante, lo que hicieron fue sentarse aceleradamente a volver a repartirse los mismos cargos. Y se quedaron muy a gusto.

La gran coalición es una fórmula válida en momentos de grave crisis. Pero cuando se convierte en fórmula estable de gobierno e impide la alternancia, acaba generando el auge de los partidos llamados extremistas y que se convierten en alternativa. Si en lugar de marginarlos se intentara gobernar con ellos, la alternancia entre izquierda y derecha volvería a ser lo normal en una democracia. No parece tan complicado…

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