«Viva España» … en Grecia
Es decir, en la maravillosa Nauplia o en la vieja Atenas, donde todo empezó, puede sonar la melodía de '¡Viva España!' y en Galdácano o Vic es imposible
Un buen amigo al que acompaña un refinado gusto y un acusado sentido de la estética acaba de regresar de un viaje por Grecia. Entre su afición por el arte y su irrefrenable vocación marinera, encuentra tiempo para volver a Atenas, aquella pequeña aldea en la que empezó todo y, como suele decir Albiac, tal vez terminó. A mi amigo le sigue fascinando Grecia año tras año. Por eso reinicia cada verano su particular viaje a Ítaca y, como Kavafis, espera y desea, cada vez que vuelve, que su camino sea largo. Me cuenta a su regreso, emocionado, que en la localidad marinera de Nauplia pudo escuchar cómo la banda de música local tocaba en un concurrido concierto la popular melodía de ¡Viva España!.
La cosa no termina ahí, me aportó el programa de actividades musicales que a lo largo de todo el verano va a sonar por la más variada geografía griega. En ese programa se anuncia, para el próximo día 29 de este mes, todo un recorrido musical español que interpretará la Orquesta Sinfónica de la ciudad de Atenas, titulado ¡Viva España! Es decir, que en la maravillosa Nauplia o en la vieja Atenas, donde todo empezó, puede sonar la melodía de ¡Viva España! y en Galdácano o Vic es imposible. Una demostración palmaria de la involución de la España actual, que sufre una democracia anémica y una falta de libertad, ya que, por supuesto, miles y miles de vascos y catalanas les encantaría cantar el ¡Viva España!, pero no se atreven. Hay una violencia soterrada que se lo impide. Ellos saben que su personalidad forma parte de la singularísima idiosincrasia de esta nación llamada España, pero hay miedo, ya que la libertad está amenazada.
Lo he escrito en varias ocasiones, lo repetiré mil veces más, no hay nada más estúpido que odiarse a sí mismo. Cuando los nacionalistas e independentistas vascos y catalanes niegan a España se están negando a sí mismos. Es decir, están llevando a cabo un ejercicio de autoodio. Sometan a cualquiera de ellos a un mínimo recorrido genealógico y comprenderán de lo que estoy hablando.
De momento, a la España auténtica, a la verdadera, a la de los 47 millones de habitantes, no a la de la anécdota de unos cientos de miles, la admiran por el mundo adelante y, sobre todo, la quieren. Solo hay que darse un paseo por la red a propósito de los éxitos de la selección española de fútbol. Ahí les dejo el ejemplo griego, con su ¡Viva España! Dejemos que los odiadores se cuezan en su propia salsa.