¿Se está forrando ZP en Venezuela y alguien más?
¿Qué hacen el expresidente y su sucesor ayudando por acción u omisión a un dictador?
La presencia de Zapatero en Venezuela desde hace años, al servicio de Maduro y del Régimen como un vulgar Monedero, es la vara de medir moral del PSOE de Sánchez, que es la versión empeorada del de su predecesor, con el que conforma una pareja fraternal siniestra.
El hermano mayor alumbró el populismo y ejerció de padre putativo de Podemos, cuyo nacimiento hubiera sido inviable sin los esfuerzos del tipo que llegó a la Presidencia explotando el atentado del 11-M y se marchó escondiendo el déficit real de España, con una mentira merecedora de una querella en los juzgados y el destierro eterno.
Y el pequeño perfeccionó la apuesta guerracivilista, anteponiendo la memoria histórica de Bildu a la reconciliación de la Transición, comprándole el cargo a los enemigos de España a cambio de darles todo lo que debía combatir y buscando, con contumacia temeraria, el choque de bloques recreados irresponsablemente para la ocasión.
Con estos antecedentes, a nadie puede extrañarle que Zapatero se haya convertido en la meretriz en la casa de lenocinio de Maduro, al que debe prestar sus servicios a cambio de algo y no menor, lo pague Caracas como en tiempos a los fundadores de Podemos o lo haga algún patrocinador de la innoble causa, solo defendida por tiranías como Cuba, Rusia, China o Irán.
Y tampoco es sorprendente la complicidad con su padrino de Sánchez, que mantiene su estatus como expresidente con todas las prebendas que comporta: una remuneración golosa, coche, personal y ese silencio ante sus andanzas vomitivas típico de los socios de faena.
Porque ambos son miembros formales o anímicos del Cártel de Puebla, esa coalición de comunistas, indigenistas, populistas o todo a la vez que ejerce de perrito de presa de Pekín, considera a España el origen de sus problemas y ha logrado transformar a naciones prósperas antaño en miserables antros hogaño.
La obligación de España, tras el pucherazo del ahijado de Chávez y la inevitable represión violenta subsiguiente, era reconocer la victoria de María Corina Machado y Edmundo González; exigirle al sátrapa la aceptación de los resultados y encabezar la presión internacional para que esa transición, ya con un nuevo Gobierno democrático, se hiciera rápido, con ayuda y la puesta a disposición de la Justicia del tirano con chándal.
Limitarse a no reconocer los resultados ofrecidos por el Régimen, como han hecho Sánchez y buena parte de los líderes europeos con una respuesta despectiva del dictadorzuelo, equivale a darle la posibilidad de que culmine su trampa con una penúltima manipulación del escrutinio.
Que en España se pelee contra una ultraderecha imaginaria pero se acepten los tiempos, las maneras y las coacciones de un cruel esquilmador de la democracia, la riqueza y las libertades demuestra la naturaleza ideológica del Gobierno, alojado también en una suerte de chavismo a la europea, más civilizado en las formas pero no muy distinto en las intenciones y objetivos.
Y la tolerancia hacia Zapatero, un lobista sin escrúpulos en palabras de Felipe González, atestigua la deriva política de un país, el nuestro, que siempre aparece al lado de los peores, con disimulo aparente pero complicidad real.
La pregunta que hay que hacerse no es ya por qué España no encabeza la respuesta al infame chavismo, sino si hay alguien más, aparte de su nefando expresidente, que tal vez se haya lucrado también con ese indigno contubernio.