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Post-itJorge Sanz Casillas

El peligro no es Puigdemont: es Sánchez

Al prófugo lo ha engordado el presidente, que lo rehabilitó cuando era ya un personaje descartado y friki. Es Sánchez el que nos ha instalado en el delirio y el crimen

Actualizada 01:30

Siete años han pasado desde que Carles Puigdemont se fugó por primera vez. Siete años en los que no regresó ni para enterrar a sus padres, pero en los que sí ha vuelto para incordiar la investidura de quien le ganó las elecciones, lo que da buena medida no ya de sus prioridades vitales, sino de su sentido de la democracia.

Pero el pecado original de todo lo que ocurrió ayer está en el 23 de julio del año pasado, cuando otro perdedor –Pedro Sánchez– decidió rehabilitar al personaje para sumar sus siete votos a una precaria y nefasta mayoría. Puigdemont era entonces un personaje folclórico, un mal recuerdo. En resumen, un friki que decía presidir desde Bélgica el consejo de una república imaginaria. Sin embargo, hoy es un candidato crecido y beneficiado por la impunidad que Sánchez le ha otorgado a cambio de su permanencia en el poder. Este espectáculo, este ego, lo ha ido engordado desde la Moncloa para cerrar en los despachos la mayoría que las urnas le negaron. Todo este esperpento, desde la soflama divisiva hasta la ridícula Operación Jaula, lleva las siglas del PSOE a la misma altura que las de Junts.

Porque el peligro no es Puigdemont, que representa el 1,6 % del voto válido emitido en este país. El peligro es quien le permite entrar y salir de España con diurnidad y alevosía para luego fingir que se les ha escapado. Yo no me lo creo. Si un país no es capaz de engrilletar a un hombre que se sube a una peana en mitad de una rotonda, es para dimitir todos en fila de a uno. No es recibo que un país como el nuestro, que ha multado a gente por no llevar la mascarilla puesta, se muestre melifluo con los malversadores solo porque sostienen a la segunda autoridad del Estado. Quien más quien menos tiene una multa. Quien más quien menos hace la Declaración de la Renta, y sabe que el Estado no perdona a quienes no tenemos siete votos en el Congreso.

El problema de nuestro tiempo es que Pedro Sánchez nos ha instalado en el delirio y el crimen porque es el crimen quien le respalda. Esa es nuestra falla como país. Solo así se explica la connivencia con el delincuente que ayer se paseó por Barcelona. No conozco muchos prófugos que anuncien el lugar y la hora a la que estarán visibles y no salgan de allí con las manos en la espalda. Díganme uno, por favor. Puigdemont es la excepción, y nadie le paró porque llevaba en la mano el detonador de la legislatura. Y esa es nuestra desgracia: que nos gobierna un hombre para el que, entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero.

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