Si Rufián lo celebró... mala cosa
Y si más de la mitad de los votantes potenciales de Abascal cree que Vox salió perjudicado por la ruptura, ni te cuento
Nueve días han pasado desde que Vox rompió los pactos regionales con el PP y aún no están claros sus efectos prácticos. Se han nombrado consejeros allí donde faltaban, los menores inmigrantes acabarán llegando y de aquellas horas recordaremos la palmada fría de Barrera a Abascal y la celebración de Rufián: «Manda bemoles haya sido Vox quien haya roto con el PP y no el PP con Vox». Por cierto, no es mal día para recordar que, cuando acabe esta legislatura, Rufián estará más cerca de pasar 18 años en el Congreso que los 18 meses que prometió.
De acuerdo con la encuesta que publicamos hoy, el 40 % de los españoles ve «acertada» la ruptura de Vox, un porcentaje bastante alto pero que se dispara entre los electores potenciales de PSOE (59 %) y Sumar (54 %), lo que da buena medida del apaño. De hecho, solo el 48 % de los votantes de Vox ve la decisión de romper como una buena idea (no llega a la mitad). El resto se divide entre el «No lo sé» (con un 35 %) y el «No es una decisión acertada» (un 18 %).
Mucho se ha escrito sobre las motivaciones reales de la ruptura. La primera razón, y la oficial, es la lealtad al programa y a los electores, pero si estos tienen tantas dudas como dice nuestra encuesta... a lo mejor es que Abascal no ha medido bien. De hecho, preguntados sobre qué partido sale más perjudicado con esta maniobra, los votantes de Vox se dividen entre los que dicen que el PP (36 %), los que dicen que Vox (15 %) y los que responden que ambos (38 %). Es decir, más de la mitad de tus electores potenciales (un 53 %) cree que no has salido bien parado.
La segunda razón para romper es que no quieren verse como Ciudadanos o Podemos, que acabaron, cada uno en su estilo, diluidos tras tocar poder. Si a eso le sumas el nacimiento de una fuerza («Se acabó la fiesta») que en su primera tentativa se ha echado 800.000 votos al zurrón, se entienden las apreturas. Siempre es más fácil movilizar el voto desde una oposición más o menos exótica que siendo el pez pequeño en la coalición de un gobierno tranquilo.
Teorías aparte, lo único seguro es que los pactos entre PP y Vox trajeron estabilidad y rearme ideológico en la derecha tras años de inapetencia. Se derogaron leyes de memoria sectarias y se protegió al español (el idioma de todos) frente a los delirios pancatalanistas. Ni se persiguió a los homosexuales ni se encerró a las mujeres en la cocina, como predijeron algunos de los mamertos que se han forrado vendiendo puntos violetas. Puntos violetas que, por cierto, se licitaron allí donde no gobernaban ni el PP ni Vox, sino aquellos que hoy celebran su ruptura.