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Pecados capitalesMayte Alcaraz

El ala oeste de la Mareta

El presidente del Gobierno llama a Ángel Víctor Torres, su leal ministro y expresidente canario, para ver qué se puede hacer con lo de los centros colapsados. El ex barón le recomienda que se vea con el presidente de CC

Actualizada 01:30

Residencia real de La Mareta, Lanzarote. Ocho de la tarde de un luminoso día de agosto. Con el mar al fondo y en pleno anochecer atlántico. Tan cerca, pero a la vez tan lejos, del drama que están viviendo los canarios en la nueva crisis migratoria que sufren en sus costas. Un 66 % más que el año pasado. Pero a este paraíso vacacional solo llega la brisa marina y algunos invitados vip del presidente.

–Señor, ha venido don Salvador. Dice que está aquí para lo que guste. Que no tenga prisa, que él se entretiene oteando el horizonte desde la terraza. Que ha venido a descansar a la isla y a no estresarse. Suficiente tiene con aguantar a los de ERC en la Generalitat, o con colocar al marido de una consejera y a la hermana de Collboni y que encima le critiquen. Bueno, y con los fachas del PP y Vox, que le reclaman explicaciones sobre el alto precio que van a pagar los españoles para que él sea Molt Honorable. Por eso ha salido pitando de Barcelona. Parecía el mismísimo Carles. No ha esperado ni a conmemorar el séptimo aniversario de los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils. Él no está para amarguras.

Mientras tanto, el presidente Sánchez discute con su mujer cómo poner coto al juez Peinado.

–Pedro, tienes que hacer algo. Pero ¿tú no eres el líder supremo? ¿Cómo es posible que yo siga imputada, con el nivel profesional que atesoré pidiendo en la puerta de El Corte Inglés para que la gente aportara a las ONG? ¿Y qué me dices de mis brillantes vídeos que destilan excelencia sobre la captación de fondos? Tienes que hacer algo, Pedro. El juez Peinado se te está subiendo a las barbas. Mira cómo nuestro casero Puigdemont ha mandado llamar «Tejero sin bigote» a su Llarena de turno, y tú, nada, pellizquitos de monja, una querellita por aquí, otra por allá, y ya está. Porque está visto que los insultos de Óscar se los pasa Peinado por el arco del triunfo. Y ya no te digo el Supremo.

-Vale, Begoña. Si quieres me tomo otros cinco días para declararte mi amor. Pero ahora tengo que atender también a mi hermano, que no para de llamarme porque tiene ahí a otra juez ultra que le persigue. El pobre, un Barenboim por descubrir, que lo único que ha hecho es huir de mis impuestos a los ricos. Yo, si pudiera, también lo haría. Y ahora, déjame, señora catedrática de la Complutense, que tengo que atender a José Luis.

Y es que el expresidente del Gobierno ha abandonado su merecido retiro en su mansión de la isla para saludar a su pequeño cachorro, ese que le debe haber puesto los cimientos para destruir España.

-Oiga, dígale a Pedro que me reciba lo antes posible que tengo tarea en mi chalé. Tengo a Sonsoles nadando en la piscina, a las niñas trabajando de influencers (todavía no sé de qué) y a la fachosfera interpelándome por lo calladito que estoy con mi amigo Nicolás, ese libertador venezolano de los pueblos oprimidos. Voy a agradecer a nuestro presidente que mandara al pequeño Albares a defenderme en el Senado. ¿Qué actas, ni qué actas? Si hemos ganado –bueno ha ganado– Maduro por 51 frente a 49. Ese triunfo era tan notorio que no se habían cerrado las urnas y él ya lo sabía. Un visionario, eso es lo que es. Y mi amiga Delcy, la mejor sucesora que tiene. Una virtuosa con las maletas.

–Señor presidente, está el señor Zapatero esperándole en la salita, con don Salvador. Y ahora ha llegado también don Fernando. El ministro del Interior dice que está hasta el gorro de que le pregunten por no sé qué de la segunda fuga del señor Puigdemont. Y que también está harto de que los periodistas le reclamen reuniones con el presidente de Canarias, el tal Clavijo, ahora asociado a los fachas del PP. Si todavía se hubiera decretado la alerta antifascista contra algún delito de odio, don Fernando estaría ahí el primero, pero lo de los menas es muy aburrido.

El presidente del Gobierno llama a Ángel Víctor Torres, su leal ministro y expresidente canario, para ver qué se puede hacer con lo de los centros colapsados. El ex barón le recomienda que se vea con el presidente de CC; así que le cita para el próximo viernes en La Palma. Torres es un gran socialista: cuánto sabe él del caso Koldo y qué calladito está.

Al presidente se le hace bola tanta visita. Así que Su Excelencia decide empezar a hacer la maleta para Mauritania. Se mira al espejo y deshoja la margarita sobre si debe o no llevar corbata; se volverá a hacer fotos con el líder mauritano, como las que se tiraron él y Úrsula en febrero, cuando le soltaron una soldada de 500 millones para que controlara sus fronteras y, cogido el dinero, si te he visto no me acuerdo. Tiene que repasar esas fotos para no repetir traje.

Finalmente opta por delegar. Como hacen los buenos jefes.

-Mira, Begoña, atiéndelos tú. Por algo tanto Zapatero como Illa y Marlaska te han defendido como leones por la campaña injusta a la que estás siendo sometida. Además, ya lo dijo Patxi, hay que ponerse del lado de la presidenta del Gobierno. Así que, ea Bego, mientras tú les recibes voy a buscar una camisa que me resalte bien este moreno que he conseguido aquí, en esta residencia que un sátrapa como Hussein de Jordania le regaló al Rey Juan Carlos, al que yo no dejo vivir en España.

Pregúntales de mi parte cómo va lo de sacar trapos sucios de la hermana de Feijóo y de Ayuso. Hay que alimentar «el relato». Bolaños ya no me sirve. Y a ver si Puigdemont se apiada de mí y me permite seguir veraneando el próximo año en esta casa del pueblo. Con lo que me costó echar a su anterior inquilino para meterme yo. Aunque más cerrazón puse en sacar a Franco de donde estaba; espero que mi querido pueblo, en la vanguardia contra la ultraderecha, no lo tome como un augurio.

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