¿A quién culparían si no estuviera el PP?
Que Puigdemont se fugue no es suficientemente importante para abandonar la tumbona ni el palo de golf, ni tampoco que lleguen oleadas de inmigrantes o que sea casi imposible coger un tren sin que se pare a mitad de camino
La culpa es del PP. No tengan duda. Génova es el nuevo perro, el pobre al que siempre culpaban de haberse comido los deberes cuando en realidad se habían pasado la tarde jugando a la consola o repanchingados en el sofá viendo la televisión. El PP se ha convertido en el punching ball del Gobierno y le vale de coartada para cualquier salida del tiesto. ¿Llegan muchos inmigrantes? La culpa es del PP. ¿No hay suficiente presencia de la Guardia Civil en las áreas rurales? La culpa es del PP. ¿Se escapa Puigdemont? La culpa es del PP.
La estrategia del Gobierno dejó de ser hace tiempo la de gobernar. Lejos de tomar decisiones, se limita a desviar la atención, a lanzar la pelota a otro tejado cuando cae en su patio y a trabajar por imponer su relato, sea cual sea el escenario. La última ocasión que no ha dejado pasar el Ejecutivo para cargar contra los populares ha sido la creciente llegada de inmigrantes a Canarias. Sánchez se reúne con el presidente de las Islas, le garantiza 50 millones de euros cuando los de La Palma todavía están esperando el dinero prometido por el volcán, y lo único que saca en claro es que no pueden hacer nada sin la ayuda del PP, ya que los populares rechazaron la ley de extranjería. No se cuestionan el porqué, eso es secundario. Y llegar a un acuerdo entre las dos grandes fuerzas es impensable porque enfadaría a los socios independentistas. Lo importante es culpar al PP y diseñar un relato para que el equipo de opinión sincronizada lo divulgue por las televisiones.
Y así con todo. Alguien en Moncloa dio orden de no trabajar en agosto y solo aparecer en caso de emergencia nuclear (y para culpar al PP). Que Puigdemont se fugue no es asunto suficientemente importante para abandonar la tumbona ni el palo de golf, ni tampoco que lleguen oleadas de inmigrantes a las costas canarias, ni que sea casi imposible coger un tren sin que se pare a mitad de camino. Mucho menos que asesinen a un niño de 11 años, un asunto menor para que la primera ministra de Infancia de la historia renuncie a un día de vacaciones. Había que esperar, no fuera a ser que el asesino hubiera llegado en patera e hiciera saltar por los aires el relato. Porque eso es lo único que importa: lo que se cuente. Para gobernar y arreglar las cosas ya vendrán otros. Y entonces volverá todo a ser culpa del PP.