El caballo de Troya ha vuelto
Quienes describen las explosiones de los busca y las radioemisoras como «indiscriminadas» –el secretario general de la ONU, el recién dimitido Alto Representante de la UE– mienten. ¿Hay alguien que crea que en el siglo XXI los libaneses de a pie se comunican con esos medios? Por supuesto que no
Ha sido una buena semana para las democracias y una pésima semana para los fundamentalistas. Hemos vivido unos hechos bélicos que pasarán a la Historia. La genialidad de los ataques de esta semana en el Líbano y Siria será recordada con la misma relevancia que el caballo de Troya en el que los aqueos son ahora los israelíes.
Hizbolá tiene dos cosas en común con Hamás. Ambos son organizaciones terroristas islamistas y las dos están financiadas por Irán. Lo que no es poca coincidencia. El nombre de Hizbolá se traduce como Partido de Dios, que hace falta ser modesto para dirigir una organización bautizada así. Toman su nombre de una sura del Corán: «Pues, sin duda, los del Partido de Dios son los que triunfan». Nacieron en 1982 a raíz de la invasión del Líbano por Israel y fueron entrenados por la Guardia Revolucionaria iraní. A partir de 1992 se integraron en el sistema político libanés, pero manteniendo siempre su actividad terrorista y paramilitar.
Los ataques de Hizbolá a Israel, a la población civil de Israel, son innumerables. Y es por ello que el Estado de Israel, cuya destrucción es la razón de ser de Hizbolá, tiene la obligación de defender a su población. Y confieso sin el más mínimo pudor que lo logrado por cualquiera de los servicios de inteligencia que sea el que ha realizado los ataques de esta semana es algo admirable.
Quienes describen las explosiones de los busca y las radioemisoras como «indiscriminadas» –el secretario general de la ONU, el recién dimitido Alto Representante de la UE– mienten. ¿Hay alguien que crea que en el siglo XXI los libaneses de a pie se comunican con esos medios? Por supuesto que no. Todos los que tenían uno de esos aparatos que les estalló los recibieron directamente de Hizbolá para que sus comunicaciones telefónicas no pudieran ser rastreadas por Israel. Esas personas reciben y algunas de ellas dan instrucciones sobre cómo proceder y perpetrar actos terroristas.
El 21 de octubre de 1990 yo estaba entrevistando en Beirut al Patriarca de la Iglesia Maronita, Nasrallah Butros Sfeir, cuando le llegó la noticia de que el político cristiano Dany Chamoun, hijo del expresidente Camille Chamoun, había sido asesinado. Yo había entrevistado y fotografiado a Chamoun, su mujer e hijos, también asesinados, la tarde anterior en su domicilio. La conversación acabó, pero recuerdo muy bien cómo Su Beatitud el patriarca me habló en ella del creciente papel de Hizbolá y del sectarismo de su número dos, Hasan Nasrallah. Dos años después Hasan Nasrallah se ponía al frente de Hizbolá tras morir su predecesor, Abbas al-Musawi, en un ataque israelí. Desde entonces Hasan Nasrallah es un objetivo prioritario de Israel. Y no me extrañaría nada que también haya sido herido en esta gran operación de la que no sabemos con certeza cuántos miembros de la organización han sido alcanzados. Después del ataque ha hecho un discurso el jueves. Pero sorprendería mucho que el embajador de Irán en el Líbano fuera herido y evacuado a Teherán y el secretario general de Hizbolá no fuera alcanzado.
Hizbolá tiene que reaccionar y está atacando otra vez el norte de Israel. Pero esta inmensa humillación que ha recibido de la inteligencia israelí pasará a la Historia. La concepción y la gestión de este ataque han sido una auténtica obra maestra y yo no tengo el más mínimo inconveniente en reconocerlo.