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DivisaderoAntonio Pérez Henares

El México que España dejó

Alexander Von Humbolt, considerado mundialmente referencia intelectual de la época, resumió en la consideración de que aquella región del mundo, la América Hispana, con la Nueva España como cabecera, era la región emergente, floreciente, rica, desarrollada y con mejor futuro del planeta

Actualizada 01:30

Cuando algunos de los populistas hispanoamericanos, entre quienes destacan el mexicano López Obrador y su sucesora Claudia Sheinbaum Pardo, que ya ha cogido la misma trocha, tienen que tapar sus vergüenzas y tocar a rebato y vísceras el mantra siempre es el mismo. España es culpable de todos sus males. Aunque aquello fuera cosa de hace 500 años y dejara de mandar allí hace 200 ya.

Ni siquiera recurren al comodín de enemigo exterior, en su caso nada manos que los «gringos» de los EE.UU. No. España les viene mejor. En la misma lengua que ella trajo y que hablan todos ahora, además. Se ponen el traje de indígenas, aunque el uno sea un nieto de un sargento de la Guardia Civil de Santander, me lo dijo su paisano Revilla, y la otra de origen lituano y búlgaro de ascendencia sefardí y ¡hala!, a soltar sapos y culebras por la boca y exigir reparación y perdones.

La respuesta a ello también responde siempre a un mismo patrón y es doble. La extrema izquierda y los separatistas hacen de inmediato causa común con el escupidor y se ponen a soltar sus gargajos ellos también. Y el actual gobierno se calla y si no otorga, que viene a ser que casi sí lo que no se le ocurre es defendernos de la insidia y mucho menos si la diana del ataque es el Rey.

En defensa de España y de la Historia se levantan, desde luego, voces, razones, hechos y datos que rebaten la sarta de mentiras una y otra vez repetidas sobre el presunto genocidio, la atrocidad, exclusiva de los españoles claro, de haber «conquistado» y la inaudita patraña final de la reivindicación del paraíso pacifista y enternecedor que se destruyó. Al respecto y por encima de interpretaciones hay un elemento determinante y que, aunque se intente obviar y ocultar , resulta esclarecedor. El porcentaje de población mestiza o indígena en los territorios de los que fue el Imperio Hispano es altísimo y en México en particular del 90% ¿Y cual es en el caso EE.UU? : un 1,1%. Vamos que la prueba contra la patraña está en los propios mexicanos actuales. Sin más.

Y sobre la conquista otro dato igualmente demoledor. Lo que Cortés lideró fue una enorme coalición de etnias indígenas contra los ahora llamado aztecas, una atroz y sanguinaria teocracia cimentada en dominación militar, sacrificios humanos y ritos antropófagos que tenía acogotado a todo el resto de población. En la conquista de Tenochtitlan los españoles no llegaban ni al 2 %

Pero creo que el quedarse en esa réplica, ya conocida también, tiene un cierto cariz defensivo y va ser el momento de poner por delante algo que deja sin taparrabos a quienes ahora y desde hace doscientos años llevan las riendas de esa nación y que bien puede ser aplicado a buena parte de Hispanoamérica.

Porque lo que se está intentando en realidad ocultar con ese juicio al pasado lejano es que no se haga una comparativa de cómo era el México que se independizó en 1821, el que España dejó allí y a la que tan frívola y mendazmente se acusa de saqueo y rapiña y de dejar en la ruina y la miseria al país.

Y no hay nada que sea más mentira que tenga mejores e imparciales testigos que dieron fe de exactamente lo contrario. Nada menos que el gran científico y explorador alemán Alexander Von Humbolt, considerado mundialmente referencia intelectual de la época y que resumió en la consideración de que aquella región del mundo, la América Hispana con la Nueva España como cabecera, era la región emergente, floreciente rica, desarrollada y con mejor futuro del planeta.

Ese fue su dictamen tras haberla recorrido desde el año 1800 al 1804. Las razones, directamente comprobadas sobre el terrero, fueron su pujanza económica, sus rutas comerciales terrestres y marítimas que enlazaban incluso el Pacífico con Europa, sus esplendidas ciudades, Monterey, Acapulco, Veracruz señoreadas por la gran urbe, la capital, México y su nivel de servicios públicos, comenzando por los hospitales. Y amen de ello su gran empuje cultural y educativo con ya dos decenas de universidades. Para nada pues un lugar atrasado y deprimido sino sobre el que ansiaban poder clavar sus garras las potencias enemigas, con Inglaterra por delante, deseosas de apoderarse de él y en el caso concreto de México por el descollante vecino del norte, los Estados Unidos de América.

Aquella fue la verdadera y aun visible hoy herencia española, la que de verdad quedó allí hace ahora dos siglos. La herencia de la que los que desde entonces comenzaron a gobernar habrían de dar cuenta. ¿La han mejorado o al menos la lograron preservar?

La respuesta es lo que les deja en pésimo lugar. De inicio una buena parte de aquel territorio no es ya ni siquiera suyo, pues lo primero que «consiguieron» fue perder una inmensa extensión de terreno, mas de 2,5 millones de kilómetros cuadrados. Lo que ahora son nada menos que diez de los estados que componen EE.UU: California, Texas, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y Colorado en su totalidad y parte de Wyoming, Kansas y Oklahoma. Lo que luego vino después no fue precisamente un estar en la vanguardia del progreso y de la creación de riqueza y su distribución. Tampoco para alardear en avances de limpia gobernación y erradicación, o al menos embridamiento, de la violencia. Las masacres impunes y la corrupción galopante son el relincho continuo y por doquier que recorre su paisaje de Chihuahua al Yucatán. Eso es el hoy y lo de hoy. Y antes de irse hasta cinco siglos atrás podían mirar y reflexionar un poco sobre el más reciente anteayer. Pero eso no lo van a hacer. La demagogia siempre ha sido mucho mas fácil. Allí y aquí.

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