Lo torturarán un poco, pero sin cargárselo
¿Dónde van a encontrar los comunistas y los separatistas un chollazo como Sánchez? Les conviene, es un filón para ellos
En sus mejores pasajes, las formidables películas de gánsteres de Coppola y Scorsese alcanzan el aliento de un drama del viejo Will Shakespeare, pues en ellas palpita la verdad de la condición humana, con sus lealtades, sus traiciones, sus afectos y sus horrores.
En las historias de mafiosos de los dos maestros de ancestros italianos existen tres niveles de represalia. La primera es la mera amenaza, como la cabeza de caballo de El Padrino, que don Corleone ordena colocar a modo de aviso en la cama de fino raso de un productor cinematográfico, que se ha puesto tiquismiquis y no lo ha complacido.
El segundo nivel de represalia es ya una cruenta paliza, como la que Sonny, el hijo mayor de don Corleone, propina a un sicario menor que ha maltratado a su hermana. El castigo es durísimo, salvaje, pero el vapuleado todavía salva su vida.
El último nivel de represalia consiste directamente en cepillarse al enemigo molesto. Si el gesticulante psicópata Joe Pesci se lanza en post de un personaje en una de Scorsese, ya sabes que la desdichada víctima acabará muy pronto enterrada en algún solar desértico de las afueras. En las historias de Coppola, cuando los Corleone ponen a los sicarios Peter Clemenza y Rocco Lampone tras tus pasos, olvídate, eres hombre muerto.
Me viene todo esto a la cabeza ante los padecimientos de Sánchez con su estrafalaria coalición, ese nuevo Frente Popular que encama al PSOE con el comunismo PPP (populista, pop y populachero), con los separatistas catalanes del golpe de 2017, con el nacionalismo vasco farisaico y amarrategui y hasta con un partido diseñado por la propia ETA.
Los aliados de Sánchez le aplican usualmente el nivel 1 de represalia, la amenaza. A veces llegan al nivel 2, propinándole alguna que otra paliza parlamentaria que lo deja demudado y muestra a las claras lo que es: un pato cojo rehén de los peores socios imaginables. Pero pierdan toda esperanza aquellos que confían en que un día matarán políticamente a Sánchez y lo harán caer. No ocurrirá. Saben que no encontrarán un peso pluma de la debilidad de Sánchez, ni tampoco otro personaje capaz de traicionar el interés común de los españoles para salvar su puesto merced al apoyo de una amalgama antiespañola.
A los separatistas les ha tocado una bonoloto con Mi Persona. Ha sacado ya de la cárcel a la mayoría de los asesinos más brutales de ETA. Ha regalado indultos y amnistías. Agravia al conjunto de los españoles con cupos catalanes, con ventajosas revisiones del concierto vasco y con constantes primas monetarias para los dos territorios más desleales con el proyecto nacional español. Incluso negocia el futuro de España en reuniones secretas en el extranjero con un fugitivo.
Feijóo no puede llegar a la Moncloa solo con sus números, necesitará el plácet de Vox, que opera como una vacuna contra toda posible veleidad de ceder ante los nacionalistas y ante el populismo económico de los comunistas. La tropa que sostiene a Sánchez lo sabe de sobra. Así que torturarán un poco al gran narcisista, lo humillarán, lo exprimirán como un limón (a costa del bolsillo de todos nosotros)… Pero no se lo cargarán.
Así que no esperamos una escabechina en la esperadísima sesión parlamentaria de este jueves con el paquete fiscal. Será una tortura controlada. Al final permitirán que el zombi siga caminando. El consenso actual beneficia a toda la panda. Sánchez ya no aspira a gobernar, sino a estar en el Gobierno, a okuparlo, y los que lo sostienen lo necesitan para poder seguir desplumándolo. Este es el inmutable tema de fondo, aunque a veces nos despistemos con los extravagantes detalles del regate corto y las peleítas intestinas de las tribus supremacistas.