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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Aviso: no lea esto si está un poco depre

España está institucionalmente destrozada, cada día ocurren tantos disparates que casi te entran ganas de hacerte portugués

Actualizada 16:38

Si está usted de bajón, o arrastra un poco de depre otoñal, o no anda de demasiado buen humor… deje de leer este artículo aquí mismo, porque me temo que podría amargarle el café.

Si aún así prefiere seguir y encarar la verdad, vamos con ella. España se ha convertido en el último lustro en el circo del disparate. Nuestras tragaderas se han ido ensanchado ante la concatenación de esperpentos. Ya casi todo da igual, porque siempre surge un despropósito que supera el anterior, que queda cubierto bajo una capa de amnesia y manipulación. El resultado es que el país está institucionalmente destrozado. La atmósfera empieza a ser la de un régimen bananero, donde importa más la propaganda que el respeto a las normas –las escritas y las no escritas– y donde sus ciudadanos se mueven por parámetros de visceralidad política extraídos de una guerra de hace más de 80 años, astutamente revivida por el Partido Socialista para paliar su debilidad en las urnas.

La España pública está hecha un asco. Hay días en que casi te dan ganas de cruzar la Raya y hacerte portugués. Pongamos, sin ir más lejos, la jornada de ayer:

Los españoles tenemos representándonos en el G20 y pavoneándose por allí con grandes risas a una señora que está imputada por cuatro delitos en una causa por corrupción. Se ha probado además que una asesora empleada en Presidencia del Gobierno trabajaba para ayudar a esa particular en sus negocios privados. Es decir, el presidente ponía los recursos del Estado al servicio de las aventuras empresariales de su mujer. No pasa nada. La fofa oposición que tenemos es incapaz de sacarle punta a un asunto que en cualquier otra democracia le costaría el puesto al presidente.

Un militante del Partido Socialista, colocado por el presidente en el CIS para manipular las encuestas, publica de nuevo una que contradice a todas y asegura que su jefe y camarada gana con cinco puntos de ventaja. Sabemos que estamos ante un golfo que sistemáticamente truca los sondeos que pagamos todos con nuestros impuestos. Una prevaricación de libro. No pasa nada.

El Gobierno de España es rehén de un prófugo de la Justicia, Puigdemont, del que depende Sánchez. El abogado del fugitivo se llama Gonzalo Boye. Ayer comenzaron a juzgarlo y le piden más de nueve años de cárcel. ¿Por qué? Pues por sus chanchullos con el súper narco Sito Miñanco. ¿Y qué hace Junts, su partido? ¿Lo expulsa inmediatamente ante tan turbio desdoro? ¡Qué va! Acuden en procesión a jalearlo en la puerta del juzgado con una pancarta que reza «Never surrender». Y esa chusma, supremacista y sin principios morales, es la que tiene en sus manos la gobernabilidad de España.

Sigamos deprimiéndonos. El fiscal general no dimite ni con registros en su despacho y el periódico de cabecera del régimen se lamenta en un editorial psicodélico de que la Justicia actúe contra él. El hermano del presidente está imputado por sus chanchullos fiscales-laborales. El gobernante se pone de canto ante una catástrofe terrible y se dedica a dar la vuelta al mundo en vez de tomar el timón (por no hablar ya de su famoso «corre conejo» dejando solos a los Reyes en medio de una protesta vecinal). Hoy el Rey estará pisando barro en Valencia. Mi Persona, haciéndose selfies en Brasil.

La brasa fiscal convierte a las clases medias en pollos asados en la parrilla de Sánchez y Montero, donde la llama cada vez quema más. El estado de la profesión periodística es calamitoso, pues las filias partidistas imperan sobre los hechos. El empresariado no se moja ni con agua caliente, no vaya a ser, y faltan intelectuales de referencia con un cierto ascendente moral (lo que hay son alatristes de bien medida bravata a diestra y siniestra). La televisión pública se ha convertido en un órgano más del Gobierno. Los servicios ferroviarios, antaño excelentes, están hechos una mierda con un ministro dedicado a insultar a la oposición y a los periodistas.

Y falta todavía una cuestión capital: millones y millones de españoles estamos hasta la mismísima zanfoña de que se rinda a un magnífico país en el mostrador de los insolidarios y xenófobos nacionalistas vascos y catalanes (se acaba de regalar al PNV un concierto todavía más ventajoso, se ha acordado un cupo catalán inconstitucional para lograr el apoyo ERC y se habla ya de que el PSOE negocia con Junts el borrado de un plumazo de toda la deuda catalana).

Cerrando el día, sesión esperpéntica en el Congreso con show fiscal de Marisu Montero hasta la madrugada.

España necesita una mano de lejía y poner el marcador a cero, porque ahora mismo está para el arrastre.

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