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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El filtrador togado y las anchas tragaderas

La concatenación de tropelías, trolas y chanchullos del sanchismo ha provocado que se rebaje la capacidad del público de escandalizarse y exigir dimisiones

Actualizada 01:30

El informe de la Guardia Civil al juez concluye de manera rotunda, inequívoca, que el fiscal general del Estado, García Ortiz, filtró a la prensa en primera instancia los datos confidenciales de la pareja de Ayuso. Un fiscal señalado de ese modo habría dimitido hasta en Burkina Faso, antiguo Alto Volta. Aquí no.

En las grandes ciudades, machacadas por las prisas, ha desaparecido la costumbre social de soplar un vino con los amigos antes de almorzar. Pero en los pueblos todavía guardan tiempo para un chiquito, un chato, un pote, una ronda, un vinillo… La cháchara de los paisanos acodados en la barra constituye un magnífico termómetro de la temperatura política de un país. Un amigo que todavía disfruta del raro privilegio del 'aperitivo', me contaba que al conocerse el informe de la UCO señalando a García Ortiz como el filtrador enmascarado, un par de parroquianos de izquierdas le hicieron el siguiente comentario: «¿Y qué mal hizo el fiscal contando eso? Al fin y al cabo, estaba denunciando un delito». Y se quedaron tan anchos.

El hecho de que el fiscal general —y quizá también Moncloa, según se intuye del lío con Lobato— airee los datos reservados de un particular para perjudicar a un adversario político del presidente es gravísimo. Y eso es lo que ha ocurrido. García Ortiz, un simpatizante del PSOE que en su etapa en Galicia acudía a sus mítines, está ya imputado por ello. La situación es psicodélica: ¿Cómo puede seguir en su cargo el responsable de acusar a los demás en aplicación de la ley cuando pesan sólidas sospechas de que él mismo se la fumaba? Pero ahí sigue, con el apoyo explícito de Mi Persona y Bolaños.

La concatenación de tropelías, trolas y chanchullos del sanchismo ha provocado que se rebaje la capacidad del público de escandalizarse. Hemos asistido a tantas acciones inimaginables que una más… Los españoles se han ido acostumbrando a una frase corrosiva moralmente: «Da igual, al final nunca pasa nada…».

Zapatero primero, y Sánchez llevándolo al paroxismo, tomaron una decisión execrable, que increíblemente les ha funcionado: reabrir las heridas de la Guerra Civil y reinstaurar un clima de confrontación ideológica que —salvando la violencia— revive el de hace ochenta años. El «No pasarán» que vociferaba con histeria la Pasionaria se repite ahora través de las terminales políticas y televisivas de la izquierda. El mensaje del nuevo Frente Popular es tan burdo como claro: «La derecha no puede volver a gobernar jamás en España». Parte de la población se cala las orejeras maniqueas y lo acata. Hay que parar a la derecha «como sea».

Autocitarse es una horterada, disculpen. Pero en días pasados apuntaba aquí, a modo de ejemplo caricaturesco, que si el sanchismo atracase mañana el Banco de España tampoco pasaría nada (de hecho, los socialistas ya lo hicieron en 1936, cuando robaron con rumbo a Moscú el 72% de las reservas nacionales de oro).

Ante cualquier evidencia sobre la corrupción del PSOE, del Gobierno o de la Famiglia, Sánchez tiene una respuesta de manual: no hay nada, estamos ante una cacería de la derecha judicial, mediática y política, que no acepta la mayoría democrática progresista. Asunto zanjado, y a seguir impostando que gobierna.

«Un día acabarán imputando al propio Sánchez y terminará esta pesadilla». Habrán escuchado esta frase en sus círculos de amigos. Pero ante el calibre del destrozo moral e institucional que hoy sufre España, creo que ni por esas. Un Sánchez imputado negaría la mayor, recurriría, perseguiría a los jueces, antepondría la legitimidad del Parlamento a la de la Justicia y en último caso, si lo condenasen, el fiel Cándido podría corregir el error desde el TC (que ya ha operado varias veces como tribunal de casación del Supremo al servicio de la correcta causa).

El poder es para Sánchez lo que más le importa del mundo. Pero ahora además es su último escudo. Tiene que aferrarse al cargo a todo precio, porque si la democracia funciona sin cortapisas del Ejecutivo, hay mucha tropa del PSOE que va a disfrutar las hospederías del Estado. En concreto, en unas que se adornan con barrotes.

Nos despedimos con la frase cómica del año: «En el Gobierno nos enteramos por la prensa» (el ministro Torres sobre la filtración de los datos privados del novio de Ayuso). Nunca debemos infravalorar la capacidad de este Ejecutivo para tomarnos por imbéciles.

El fiscal trabaja para Sánchez. El fiscal filtró por motivos políticos. ¿Quién le dio la orden al fiscal? «Pues eso», que diría Mi Persona. Tal vez convendría ir creando la CEFSR (Cátedra Extraordinaria de Filtraciones Soto del Real).

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