¡Ni agua! Que convoque elecciones
Sánchez ha elegido a sus aliados, si lo dejan tirado en el asunto de la defensa es su problema y haría el pánfilo el PP saliendo a su rescate
Las democracias parlamentarias no han nacido esta mañana. Todo está inventado. Sus reglas son de sobra conocidas. Si un presidente carece de apoyos parlamentarios, o si está manchado por un caso grave de corrupción, las normas no escritas establecen que el mandatario disuelve las cámaras y convoca elecciones, devolviendo así la pelota al pueblo soberano.
Sánchez hace doblete: 1.— Carece de apoyos parlamentarios para llevar a cabo su tarea regular de gobierno. 2.— La corrupción le llega hasta la coronilla, empezando por su familia, siguiendo por su fiscal general y continuando con su Ábalos y su cueva de Alí Babá ministerial. ¿Conclusión? En cualquier democracia ya estaríamos en campaña electoral, como ocurre en Portugal tras verse su homólogo luso salpicado por sospechas de corrupción familiar.
Autocitarse es una horterada, pero necesito hacer un poco el hortera para completar el argumento. Hace 20 días publiqué aquí un artículo titulado Inesperado talón de Aquiles de Sánchez. Allí se anticipaba lo que ahora está pasando: «Sánchez está sostenido por los comunistas, que son filoputinianos y maduristas; por el partido de la ETA política, por el PNV y por las dos formaciones del golpe catalán de 2017, Junts y ERC. La pregunta es bien sencilla: ¿Va a apoyar semejante tropa, manifiestamente antiespañola, que España gaste más en defensa? Evidentemente, no. ¿Van a estar de acuerdo los separatistas con que se refuerce a los ejércitos de un país que consideran el opresor de sus naciones? Por supuesto que no».
Ahora nos encontramos ya ahí. ¿Y qué hace Sánchez? Pues todo un clásico de la casa: como la friki-alianza antiespañola que me sostiene no está por la labor, pues na, que me lo arregle el PP, que está obligado a mostrar «sentido de Estado».
Ese razonamiento no es válido para la oposición por una cuestión de prioridades: es más urgente para España intentar relevar a Sánchez que los compromisos internacionales en defensa, que podrán adoptarse con un nuevo Gobierno (y más dada la proverbial morosidad del paquidermo bruselense).
El PP ha repetido una y otra vez que Sánchez es una amenaza para la democracia, que está rendido a los separatistas, a los que otorga dádivas inconstitucionales, y que chapotea en una corrupción familiar y partidista intolerable. Por todo ello, consideran —y con razón— que debe dimitir y convocar elecciones. Darle oxígeno ahora sacándole las castañas del fuego en el debate sobre el gasto en defensa resultaría contradictorio con lo que viene denunciando el PP. Supondría además un grave error de cara al electorado de derechas, que se subiría por las paredes al ver como Feijóo le da a Sánchez lo que no obtiene de sus amigos Puigdemont, Junqueras, Belarra, Aitor Esteban y Otegui.
El mejor servicio que puede hacer el PP a España es colocar a Sánchez ante sus contradicciones y dejar que se cueza en su propia salsa. Muy pánfilos serán si le dan respiración asistida en un instante en que empieza a boquear víctima de las insalvables contradicciones de la falsa «coalición progresista».
Cabría una solución intermedia, claro. Consistiría en decirle:
Vale, yo te apoyo en defensa, pero al igual que hace Puchi, te voy a pedir también algo a cambio: tienes que retirar la cesión de la inmigración, la condonación de 17.000 millones de deuda del separatismo y firmar que no habrá cuponazo catalán.
Sin embargo, considero más adecuado que Feijóo parafrasee una de las citas más conocidas de Mi Persona y le responda directamente: «No es no. ¿Qué parte del no no entiendes?».
A Sánchez, ni agua. Con él, ni tomar una Fanta. Si no tiene apoyos para cumplir con sus compromisos europeos, ni para sacar adelante unos presupuestos, que convoque elecciones. Eso es lo que ocurre en las democracias cuando un presidente se mantiene en su poltrona como un zombi, un muerto viviente de la política.