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El puntalAntonio Jiménez

Los victimismos de Alegría y Barbón

No es la coherencia, como es sabido, virtud que practiquen Sánchez y sus voceros

Actualizada 01:30

La ministra portavoz Pilar Alegría se presentó el pasado martes, tras el último Consejo de Gobierno, como víctima de una campaña despiadada de calumnias, insultos y vejaciones en las redes sociales tantas veces trocadas en un pozo sin fondo en el que, amparados en el anonimato generalmente, vierten su odio y bilis extremas personas enfermas de envidia, rencor o venganza.

No estoy en las redes sociales desde hace muchos años harto de soportar sin poder abstraerme de ello ataques personales, mentiras y críticas injustas sobre mi persona y mi labor profesional. Así que decidí vivir extramuros de ese espacio social que pusilánimes reprimidos en su entorno personal o familiar utilizan para desahogarse y descargar su rabia y frustraciones contra otros. Soberbios y mediocres coinciden en explayarse contras sus víctimas; unos por sentirse superiores moral e intelectualmente a los receptores de sus improperios y los otros por creerse merecedores de un estatus laboral y económico infinitamente mejor que sus víctimas.

Sinceramente, les aseguro por experiencia propia, que se vive mejor al margen de «X», de soltera Twitter, y me viene a la memoria la frase que siempre repetía mi querido Carlos Santos, encargado de lidiar con los oyentes en la mañana de RNE que presenté a principios de 2000. Mayoritariamente y por goleada los oyentes de cualquier programa radiofónico que interactúan con sus llamadas, igual que los lectores de los periódicos, son fieles seguidores y agradecidos al trabajo de sus profesionales pero también existen los pejigueras, cansinos, impertinentes e irrespetuosos en su crítica que les gustaría suplantarte al frente del micrófono o de la pluma y hacer lo que creen que tú ignoras por desconocimiento o falta de profesionalidad y formación. A estos, como a los demás, Carlos les atendía educada y versallescamente pero al colgarles el teléfono no podía reprimirse y soltaba a modo de desahogo la misma frase cargada de ironía y cinismo extremos: «Cuánto ganaría la radio sin oyentes» .

La ministra Alegría no es santa de mi devoción política por muchas cosas, pero singularmente por la instrumentalización que hace todos los martes de la sala de prensa de la Moncloa hasta convertirla en correa de transmisión de Ferraz al servicio del PSOE y por tomarnos por idiotas a los ciudadanos con sus imposturas y simplezas en las respuestas que da a las controladas y dirigidas preguntas que se le formulan. Sin embargo tiene razón en expresar su malestar y quejarse de los ataques vejatorios sufridos por el episodio del Parador de Teruel, siendo delegada del Gobierno en Aragón , y pernoctando en el mismo la noche de farra de Ábalos y sus cuates acompañados, según declaraciones de trabajadores del establecimiento, de señoritas traídas de fuera hasta convertir una de las habitaciones en un remedo de Resacón en Las Vegas.

No la tiene, sin embargo, cuando aprovecha la ocasión para victimizarse sin opinar acerca de todo lo que está revelando la UCO sobre los volquetes de sobrinas de Ábalos colocadas en empresas públicas a las que no acudían a trabajar o sobre la presencia de Begoña, esposa de su amado líder, en uno de sus informes mediando supuestamente a favor de una compañía rescatada por el Gobierno al que que pertenece. Y tampoco la tiene cuando exterioriza su contrariedad y justo malestar por los comentarios ofensivos e hirientes contra su persona mientras calla sobre las opiniones machistas y humillantes de su compañero Óscar Puente contra Isabel Díaz Ayuso.

No es la coherencia, como es sabido, virtud que practiquen Sánchez y sus voceros. Muy al contrario les gusta y ejercitan la ley del embudo siempre en función de sus intereses partidistas y sectarios aplicándose la parte ancha para sus desmanes y empleando la estrecha a sus adversarios. Resulta, por ejemplo, indignante y hasta ridículo que el presidente asturiano Barbón acuse a los populares del Principado de utilizar de forma partidista el dolor y la muerte de los cinco mineros de Cerredo para erosionar a su gobierno, cuando el PSOE viene haciendo lo propio desde el YAK-42, el Prestige o el atentado del 11-M hasta nuestros días. Ahí está la utilización contra Mazón de la tragedia causada por la dana, obviándose las responsabilidades del Gobierno de Sánchez durante y después de la tragedia, y contra Isabel D. Ayuso por las muertes de mayores durante la covid en las residencias madrileñas. En política es de cretinos desconocer que antes o después terminas ingiriendo el mismo jarabe que antes has dispensado a tus adversarios y por tanto conveniente no perder nunca la coherencia.

Que Pilar Alegría aprenda que no se puede ser indolente ante las injusticias ajenas y tampoco cuando las sufren sus oponentes políticos y Barbón, que aconseje a sus conmilitones socialistas, una vez ha probado la misma medicina que ellos recetan, que hacer política partidaria aprovechando el dolor y la muerte que ahora él denuncia, siempre termina volviéndose contra quien la practica. Ahora que vivimos el último día de la Semana de Pasión y muerte de nuestro Señor previo a la Pascua de Resurrección, en el pecado que cometieron una y otro llevan implícita la penitencia y el correspondiente propósito de enmienda.

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