Llámenme clásico pero sin Presupuestos uno no puede gobernar (Sánchez dixit)
A Rajoy le exigía elecciones si no aprobaba los PGE porque «un gobierno sin presupuestos es como un coche sin gasolina». Y él mismo justificó en 2019 la necesidad de convocar elecciones al no poder conseguir que la mayoría del Parlamento respaldara las cuentas públicas ese año
Prueba evidente de que el poder corrompe a algunos que lo ejercen es Pedro Sánchez. La frase del historiador británico Lord Acton cobra sentido y relevancia en dirigentes como Sánchez que reniegan de la palabra dada y se regodean en la incoherencia, la contradicción y la mentira ante los ciudadanos sin importarles el reproche social o político. Muy al contrario, Sánchez no sólo no se avergüenza de sus imposturas e incongruencias, sino que se jacta con enorme desahogo de ello. Sólo así puede ironizar en el Congreso de las veces que Feijóo le pide que convoque elecciones y que «volverá a pedírselo en 2027 porque volverá a perder», obviando cínicamente que en 2023 ganó Feijóo los comicios y fue él quien los perdió.
El Sánchez faltón , chulesco, desencajado y desorientado, como le espetó Feijóo, es proclive a banalizar todo lo que le incomoda y frivolizar sobre la ley más importante que anualmente un gobierno democrático está obligado a llevar al Parlamento: «si no nos da tiempo a sacar unos Presupuestos Generales del Estado este año, nos dedicaremos a negociar los de 2026». De esa guisa, Sánchez elude su responsabilidad y obligación de presentar Presupuestos en el Congreso tal y como le insta la propia Ley Presupuestaria y la Constitución en su artículo 134.
Sánchez y sus ministros no han dudado en mentir y manipular sobre el deber de hacer las cuentas anuales del Estado y entregarlas en el Congreso, con la excusa de no hacer perder el tiempo a la Cámara. Otra prueba más de su autocracia, desdén y falta de respeto a las reglas democráticas que él mismo exigía a Rajoy desde la oposición y después se autoimpuso durante sus primeros meses en la Moncloa.
A Rajoy le exigía elecciones si no aprobaba los PGE porque «un gobierno sin presupuestos es como un coche sin gasolina». Y él mismo justificó en 2019 la necesidad de convocar elecciones al no poder conseguir que la mayoría del Parlamento respaldara las cuentas públicas ese año: «Un Gobierno tiene que hacer lo que debe. ¿Qué se espera de un gobierno? Pues que gobierne. Que tome decisiones. Que apruebe unos Presupuestos. Y si esos Presupuestos no encuentran el apoyo parlamentario habrá que pedir a los españoles la voz y el voto para que nos den una nueva mayoría parlamentaria que permita sacar adelante tantas urgencias sociales postergadas durante siete años». Sánchez remató su declaración de intenciones con una frase lapidaria que le perseguirá hasta el fin de sus días en la Moncloa: «Llámenme clásico pero sin Presupuestos uno no puede gobernar». El clásico Sánchez ha devenido en un populista hipócrita, incumplidor sistemático de sus palabras y en rehén de sus mentiras.
En Bruselas, se dice, ya le han tomado la matrícula. La última víctima de sus habituales embustes y estrategias de trilero ha sido el jefe de la OTAN, Mark Rutte. Según refiere este, Sánchez le dijo que «España quiere llegar al 2% del PIB en gasto militar este verano», pero nada más hacerlo público, Moncloa lo negó y remitió ese compromiso al 2029. Rutte ya le enmendó la plana cuando intentó escabullirse del rearme y le recordó que la diferencia entre Varsovia y Madrid es que un misil ruso tardaría sólo 10 minutos más en llegar a Madrid.
«El galgo de Paiporta» sigue sin plan de Defensa y sin especificar de dónde va a sacar el dinero que supuestamente ha comprometido en Europa para cumplir con el rearme. Asiste a las cumbres de París o Bruselas y mientras en privado promete la luna, luego en público se escabulle o divaga, como hizo en el Congreso, con eufemismos y declaraciones vacuas que rehúyen lo principal: sin Presupuestos ¿cuánto va a destinar a Defensa y en que lo va a invertir sin recortar un céntimo en gasto social? Y, sobre todo, cómo va a convencer al jefe de la OTAN y al resto de dirigentes europeos que preside un gobierno cohesionado y unido ante la amenaza rusa cuando sus socios de gabinete y parlamentarios son contrarios al gasto en armamento y partidarios de abandonar la Alianza Atlántica. Estamos a un paso de ver a medio gobierno al frente de la manifestación con Yolanda Díaz sujetando la pancarta del «no a la guerra y a la OTAN».
Cabalgando una contradicción tras otra Sánchez gana tiempo y vive a nuestra costa en la Moncloa sin darle a los españoles la voz y el voto como correspondería a un presidente democrático para no seguir dependiendo de socios anacrónicos y de un golpista prófugo de la justicia o de un condenado por terrorismo cuya reciente reunión en Waterloo evidenció hasta qué extremo el poder ha corrompido a Sánchez dejando la gobernación de España en manos de Otegui y Puigdemont.