Ábalos y Sánchez Pérez-Castejón, la misma cosa son
Avergüenza recordar las palabras con las que Ábalos defendió y justificó desde la tribuna del Congreso en 2018 la moción de censura del PSOE contra Rajoy. Indigna, que tanto él como su jefe Sánchez, hayan incurrido y agravado, por partida doble, en todo lo que acusaron y reprocharon al PP
Ahora se entiende mejor la respuesta que Ábalos dio a su amigo Risto cuando este le preguntó si había pagado por sexo alguna vez y el muy golfo le respondió, tras un despectivo balbuceo, que nunca, afortunadamente, había necesitado recurrir a eso porque no le producía ninguna satisfacción ver que están por él por dinero. Mintió en todo.
Pues claro que parece que Ábalos ha pagado a cambio de sexo, pero no con su dinero, que es el matiz, sino con el nuestro. Nosotros, los españoles, pagábamos las prestaciones sexuales de Jessica, según su testimonio judicial, al señor ministro y, según las investigaciones de la UCO, aficionado al parecer también a las meretrices. Acierta Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, cuando dijo que «el poder no cambia a las personas, sólo revela quienes verdaderamente son». El ejercicio del poder en Sánchez y Ábalos, su exmano derecha en el Gobierno y en el partido ahora, ha revelado la verdadera naturaleza de ambos, la que siempre tuvieron: cínica, hipócrita y mentirosa, desprovista de principios y carente de esa moral y regeneración política que pretendían restituir en España tras sacar a Rajoy de la Moncloa.
Avergüenza recordar las palabras con las que Ábalos defendió y justificó desde la tribuna del Congreso en 2018 la moción de censura del PSOE contra Rajoy. Indigna, que tanto él como su jefe Sánchez, hayan incurrido y agravado, por partida doble, en todo lo que acusaron y reprocharon al PP durante la moción de censura sobre corrupción, aprovechamiento de sus cargos públicos, ataques a la justicia, destrucción de pruebas, obstaculización de las investigaciones judiciales y falta de ejemplaridad. «La decencia debe ser algo esencial, no algo accesorio», sentenció el muy desvergonzado Ábalos.
Una de las señas de identidad de Sánchez y sus acólitos, pero especialmente Ábalos, su «alter ego» hasta conseguir la dirección del PSOE y la Moncloa, es la cara dura, desvergüenza, desfachatez, insolencia, descaro, desparpajo e indecencia junto a su profunda hipocresía y cinismo para justificar, maquillar y ocultar sus desmanes y corruptelas. Sánchez y Ábalos están hechos de la misma pasta de inmoralidad política sin ética ni principios. Eran y son incoherentes entre lo que predicaban en la oposición y hacen en el poder.
Es imposible que Sánchez no conociera la ajetreada y cara vida sexual de Ábalos, sus viajes, tropelías y mangancias junto a su escudero Koldo y al comisionista Aldama, cuando decidió sacarlo del Gobierno y de la dirección del partido de manera sorpresiva y sin dar explicaciones. Sin embargo, lejos de apartarle del todo le aforó otorgándole nuevamente su confianza para repetir como diputado en la siguiente legislatura. ¿Alguien duda, ya que lo hizo a cambio de su «omertá»? Ábalos sigue valiendo más para Sánchez por lo que calla, que por lo que hasta ahora ha contado.
La declaración de Jessica Rodríguez acreditando las informaciones que los medios libres y críticos con el «sanchismo» han publicado sobre las andanzas delictivas de Ábalos, y a los que Sánchez pretende amordazar y estrangular económicamente, conduce al exministro a una inevitable condena judicial y denuncia la impostada declaración de intenciones de su jefe, quien llegó al Gobierno de su mano para acabar con la corrupción y regenerar la democracia, comprometiéndole políticamente aún más.
Jessica vivía en un lujoso apartamento pagado por Aldama a cambio de los favores que Ábalos le hacía para conseguir contratos y adjudicaciones del Gobierno. La trama costeó las atenciones sexuales de Jessica al señor ministro con un piso de lujo y este complementó los honorarios con parte de las comisiones recibidas y enchufándola en dos empresas públicas dependientes de Transportes y Agricultura, cuyos gestores, supongo, tendrán que aclararle al juez por qué alguien que nunca acudió a trabajar a esas empresas, estaba recibiendo las correspondientes nóminas sin dar un palo al agua y con cargo a nuestras pieles de contribuyentes.
Corrupción en estado puro que Jessica, como David Sánchez, «el hermanísimo», confirmó admitiendo ante su señoría que tampoco sabía dónde estaba su lugar de trabajo por el que cobraba todos los meses del erario público. En ambos casos, ligados a Sánchez y Ábalos, convergen claros indicios de enchufismo, nepotismo, tráfico de influencias y sobre todo corrupción política que, sin embargo, los medios afectos al «sanchismo» minimizan informativamente mientras se dedican con gran entusiasmo y relieve digital y tipográfico a comentar la hora en que llegó Carlos Mazón, un cadáver político ya, dimita o no, al Cecopi.