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Cartas al director

Un Gobierno caduco

Pasa el tiempo y los hechos confirman cuanto pensábamos un gran número de españoles: «Este Gobierno no es el que nos interesa». Y no es solo por razones ideológicas. Que el señor Sánchez comenzó mal, muy mal, es algo que sabemos casi todos. Cuando sus propios compañeros le destituyeron del cargo de secretario general del PSOE no fue por «guapo». Luego se arrastró cuanto pudo, por todo el territorio nacional, para convencer a los socialistas de que le dejaran seguir. Continuó, pero abrazándose a lo peor de la política, para conspirar contra el Gobierno que teníamos, montar una traidora moción de censura, y establecer un Gobierno con toda esa indecente tropa.

Lo demás lo conocemos con más o menos detalle, según el medio de comunicación que frecuentemos, ya que una de las primeras decisiones que tomó, después de profanar la tumba de Franco, fue apropiarse de la televisión pública y comprar, con dinero público, parte de la privada. Mientras, el desarrollo de sus actuaciones y pronunciamientos se rodeaban de unas interminables mentiras, amparadas en su admirable verborrea.

Nuestro presidente ha conseguido que España pase del bienestar que gozaba a la ruina económica, social y de prestigio en el mundo. Pretende destruir la familia, la moral de los ciudadanos, la Monarquía, el bienestar, etc. Muchos opinan que no es posible que el pueblo le haya votado y que los resultados de las pasadas elecciones fueran fruto de las triquiñuelas de este elemento. Yo no llego a pensar eso, pues creo que la razón está en la ignorancia del votante. De ahí que a medida que los ciudadanos se van dando cuenta «del paño», van cambiando su postura al respecto. Algunos ya saben aquello de Víctor Hugo: «Entre un Gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa». El embuste es uno de los mayores males que pueden adornar a un servidor público y nuestro «fray Mentiras» los tiene en abundancia. La sociedad sufre con los innumerables errores y daños provocados por su incapacidad y otras veces obligado por la presión de los compañeros de viaje con los que convive, también por la sumisión a los que le ayudan a seguir y, sobre todo, porque le importamos tan poco que no le preocupa ceder cuanto haga falta para seguir en el poder, incluso «vender» España a los que la odian tanto y ante los que se arrodilla continuamente. Y para todos los males, siempre tienen excusa: la culpa es del PP.

Pablo D. Escolar

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